jueves, 6 de abril de 2017

Azar: East

La doncella sonríe con dulzura mientras postra sus manos cubiertas de metal sobre la frente del anciano. Murmura palabras en su idioma natal, el de los ángeles, y luego una luz emana de sus palmas. Es entonces que el viejo siente que vuelve a nacer: sus pulmones se expanden y su respiración se normaliza; su cuerpo ya no le duele y las articulaciones pareciera que se lubricaron. El resfriado ha desaparecido. Podrá seguir trabajando para el pueblo que tanto le ha dado. El anciano pega un salto y después se postra a pies de la dama quien se ruboriza un poco y trata de levantarle pero es en vano. Dos armados guardias entonces hacen acto de presencia y levantan al ya nada decrépito. Este último se escapa de su agarre y se retira saltando por el templo. Éste ha sido el último de los fieles que ha venido el día de hoy.

Y los guardias salen corriendo detrás de él porque no está permitido saltar dentro del templo.

La tenue luz se filtra por las amplias ventanas e iluminan el interior. Es una construcción bastante amplia: ábside que da al helado exterior, crucero con un hermoso grabado en el suelo del escudo del más benévolo de los dioses, docenas de columnas con detalles de plumas en sus capiteles y basas, pendones que cuelgan del techo y una larga nave central que lleva hacia el pórtico y la gran puerta principal.

La dama posee un gran halo de metal que flota encima de su cabeza. Viste con una túnica de azul bastante oscuro que tiene la capucha levantada. El capuz cae sobre su frente y le cubre gran parte de su rostro: los fieles sólo alcanzan a admirar su nariz fina y respingada, mejillas redondas, labios carnosos y un mentón afilado. La tez es tan blanca como la nieve del exterior. Dos largas fuentes de luz se asoman de cada lado de su cuello hasta el sólido peto que protege su pecho. Esos haces de luz parecieran ser mechones, cabellos. Dos hombreras de metal ciñen la túnica al igual que dos codales. Unas escarcelas delgadas acentúan su celestial figura y a la vez ofrecen algo más de protección. Por último como protección tiene un par de guantes del mismo metal celestial; estos solo se notan cuando extiende sus brazos por debajo de las largas mangas de la túnica. Las alas grises alas están plegadas en su espalda y aún plegadas se nota que son grandes y que tienen una envergadura de cuatro metros.

Un suspiro escapa de los labios de la dama y mira de nuevo a su alrededor. Se está empezando a colar la nieve por las ventanas y la puerta. Escucha pasos pesados y con sus  ojos escondidos busca el origen: los guardias regresan con cara de malhumorados (seguramente porque el viejo corrió más rápido que ellos). Ella entonces hace una señal con la mano de que es hora de cerrar el templo. Ellos asienten y se despiden con una corta reverencia y una rápida oración. Ella vuelve a sonreír y les da la espalda para luego saltar por el umbral del ábside.

No suele alejarse mucho del templo porque siempre hay sorpresas. Habrá quien venga a las tres de la mañana porque no pudo soportar más el dolor o porque cree que va a enfermar. Aún si se alejara está conectada a la estructura de una forma divina y puede darse cuenta de cuando alguien la necesita. No necesita dormir, comer o beber así que siempre está disponible. Su única necesidad es saciar su curiosidad infinita: mirar a todos lados, escuchar todos los sonidos, oler todos los aromas, sentir todas las texturas. Le encantaría poder probar toda clase de sazones pero no le es posible. Por eso da paseos cortos cerca del templo cada vez que hay oportunidad.

En estos últimos días ha venido gente por resfriados únicamente. Es una temporada poco productiva en general: el frío incomoda, los cultivos no pueden crecer y la gente poco sale de sus casas. No hay problema porque esa misma gente se prepara para el invierno: cultivan para varios meses y hacen todas sus labores del exterior en poco tiempo.

Después de su salto cae ella dos escalones de altura a la nieve y  eleva su rostro para contemplar los copos que aterrizan despacio como si se declararan dueños de toda la ciudad. La nevisca es ligera y se ven toda clase de formas y tamaños cuando descienden. Un delgado manto blanco ha coloreado la capital en estos días de invierno. La gente ha respondido con el humo que proviene de sus chimeneas y hogueras. Visto desde arriba, donde moran los dioses, se ve como una ciudad apacible y tranquila. No es una ciudad perfecta pero intenta serlo y como premio se ha ganado un ángel que baja a curarles de sus malestares físicos: enfermedades, heridas, dolores y lesiones. Todos los días atiende a la gente que requiere sus bendiciones: ancianos, niños, adultos, embarazadas y accidentados. Es una labor que practica con gusto y total devoción. Es el motivo por el cuál la crearon y es la meta que la llevará hasta el final de los tiempos.

Una presencia le llama la atención y voltea atrás suyo, donde el jardín blanco se expande hacia las otras construcciones. Esa presencia pertenece a una figura de menos de un metro de altura y menos de cuarenta kilos de peso. Tez pálida, complexión delgada, melena de color azul oscuro por si ningún lado; una camisa de color caqui algo sucia y pantaloncillos azules con pies descalzos. Ojos de cristal. Dicha figura tiene la mano izquierda por detrás de su espalda y la derecha apuntando encima de su cabeza.

La doncella contempla al infante y observa con atención el porqué de sus gestos manuales  tan extraños: un halo hecho de alambres que proviene de la espalda del menor parece flotar por encima de la cabellera azul y unas alas hechas con ramas oscuras se sostienen del mismo alambre. La criatura señala su halo con la mano derecha su halo y con la izquierda sostiene su obra de arte.

El pecho de la dama se llena de ternura y dulzura. Después abre sus enormes alas para cubrir a la pequeña figura de la nieve que pretende reclamarle también. Al mismo tiempo se inclina ligeramente hacia adelante con una bailarina sonrisa y esconde sus manos detrás de su espalda.
Antes le han dado regalos: armas, inciensos, ropajes, estatuillas, metales preciosos y armaduras. Todo lo tiene guardado en un espacio privado del templo que se llena cada vez más. Pero no muy a menudo le regalan una promesa:

-Cuando sea grande, seré un ángel como tú y voy a ayudarte.

Afirma el menor con los labios apretados al tiempo que asiente la cabeza como si dijese una verdad irrefutable. Está bastante orgulloso de sí e irradia una confianza  increíble.

La doncella sigue contemplando al infante y ladea un poco su rostro: reacción natural a la ternura. Ríe entre dientes y extiende la mano derecha para peinar a la criatura que le ha hecho uno de los mejores regalos que ha recibido en su existencia. El metal fresco no molesta al infante porque está recibiendo un cariño de un ángel sin bendición, cosa que no pasa todos los días. No hay palabras para expresar el agradecimiento ante el bello presente: las palabras se volvieron inútiles.

-¡Y volaremos juntos por el cielo!

Afirma de nuevo el menor y luego se escapa de la mano de la doncella y corre alrededor de ella, jugando. Hace onomatopeyas de vuelo con su boca y levanta nieve cuando corre más alrededor de ella. Entonces después afirma que le ayudará en las batallas y que conocerá a los demás ángeles y que será todo un honor servir al dios más benevolente. Es una conversación de  él solo sobre cómo será la vida en el paraíso: todos flotan, música de harpas y mucha gente bonita por todos lados. La imaginación del menor es bastante creativa y mantiene cautiva a la doncella por un rato más con sus relatos e ideas acerca del mundo y del paraíso.

Ese rato más se convierte en el anochecer.

-Debo irme. Ya es tarde.

Murmura la criatura, algo triste. La doncella se arrodilla frente a él y él se sorprende. Y aún de rodillas es una figura alta. La nieve ha dejado de caer y el pequeño ángel se encuentra limpio en su mayoría: ella le cubrió de la nevada todo este tiempo.

Entonces ella le toma de la cabeza con ambas manos y deposita un beso dulce sobre la frente ajena. El infante se ruboriza intensamente y empieza a tartamudear su ya no tan sencilla despedida. La dama mantiene la sonrisa bailarina y asiente, despidiéndose también.  El pequeño ángel le da un beso fugaz en la mejilla izquierda y después echa a correr aún más sonrojado que antes sin mirar hacia atrás.


La doncella le contempla irse y perderse detrás de los edificios blancos. Se reincorpora, se sacude la nieve de su túnica y regresa al templo con la más radiante de las sonrisas. 

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Inspirado en esta imagen.


lunes, 4 de abril de 2016

Ejercicio: The Sound of Silence

Spoilers de Dragon Age: Inquisition. 

En estos últimos días ha adquirido un mantra curioso: cuando piensa, se frota la barba con su mano derecha. Sus dedos índice y pulgar comienzan justo al lado de los labios, rodean los labios y terminan en el mentón. Es un patrón repetitivo y Sera, su mejor amiga, lo ha notado. Pero ella sólo se ríe y le envidia la frondosa y majestuosa barba que su amigo Thom Rainie le robó a los demás Guardias Gris (porque sólo puede haber uno). Sera ha madurado y ha cambiado en los últimos dos años. Parte de ello, quizá, se deba a como Thom se enfrentó a su negro pasado. Es posible que él le haya inspirado. Y claro que cuando uno tiene que salvar el mundo se aprenden muchas cosas.

Es una noche apacible y los dos disfrutan de la cerveza y el alimento en la posada. El murmullo de la gente es muy animado y la comida es de buena calidad. No es la mejor pero por el precio es bastante respetable, especialmente porque Sera pide en grandes cantidades. Aún no bate su record de dos papas, un pato asado y cuatro tartas.

"Todo lo que un Guardia es, es una promesa. Proteger a los demás, incluso a costa de su propia vida."
Piensa para sí mismo. Cuántas veces no repitió esa frase para presentarse, para inspirar a los demás. 

También piensa en cuántas mentiras escudó detrás de esa frase para hacer el bien, para redimirse. Porque él sabe perfectamente que lo que hizo estuvo mal y fue de lo más ruin, cruel y cobarde. En su momento no lo supo con claridad pero después llegó la revelación y le golpeó como aliento gélido de un dragón de hielo. Lo supo cuando el verdadero Blackwall dio su vida para protegerlo a él, a un criminal. Su salvador fue sólo un hombre, un hombre de palabra y honor que dio su aliento para que él pudiera sobrevivir y seguir adelante. Dio el regalo más preciado de todos: su propia existencia.

No se atrevió a defraudarlo.

Tomó el nombre de Blackwall y tomó la máscara.  Se transformó en él, en un caballero cuya espada fue la mentira. Desde entonces luchó para proteger a los débiles y enseñarles a defenderse. Sólo era cuestión de tiempo para que la Inquisición le encontrara por mero capricho del destino. La ausencia de los demás Guardia Gris fue lo que cruzó los caminos de  la Inquisidora y sus compañeros con el suyo. Hace dos años, cuando le preguntaron que de qué era capaz un Guardia Gris, él respondió con honestidad: Salvar el jodido mundo si presionan.

Hubo sospechas, principalmente por discrepancias con algunos hechos y algunas fechas. La mayor alerta fue que Corypheus no tuvo poder sobre él. No escuchó su voz y jamás fue llamado a unirse a los otros Guardias Gris. Pero las sospechas se disiparon con el tiempo porque probó su valía con músculos, acero y valor. Una plaga aquí, una plaga allá, un caos total. ¡Nadie tenía tiempo para dudar de él!

Todo cambió cuando se enteró que iban a ejecutar a un antiguo soldado suyo. Arriesgó su reputación, arriesgó todo lo que construyó para por fin enderezar su camino, encontrar la salvación que Blackwall le entregó. Hizo pública su farsa y su responsabilidad.  La Inquisición completa tembló un poco, especialmente la Inquisidora. Todos, excepto el niño fantasma, le miraron con horror. Algunas miradas se suavizaron después cuando le vieron preso, arrepentido por sus pecados. Pero hubo una que se hizo más áspera y dura: Cassandra. Ella urgió a la Inquisidora en secreto que pagara por sus crímenes más fue ignorada. Hubo un intercambio de prisioneros, un hombre que iba a ser ejecutado tomó su lugar y nadie notó el cambio. Justo enseguida, Thom rindió cuentas ante la Inquisidora, quien le perdonó, le pidió permanecer a su lado.

Ante su segunda salvación tampoco se pudo negar.

-¿Te vas a comer eso?

Pregunta Sera. O eso entiende Thom porque la elfa mastica y habla al mismo tiempo. Él le sonríe y empuja su plato con la patata a medio devorar hacia las garras de la arquera. Ella agradece con un gesto de su cabeza y viola las leyes de la física al introducir la papa en su boca, en donde no hay espacio posible. Y se las arregla para masticar con los labios sellados. Y es ella quien le perdonó desde el comienzo porque sabe muy bien que todos cometen errores. Sabe que el pasado sólo es un camino ya recorrido, una base para la persona que eres hoy.

Thom se vuelve a perder en sus pensamientos y en su viejo ser. Recuerda esos días con cierta amargura dulce. En dos ocasiones se le perdonó y en esas dos ocasiones salió adelante. No fue fácil. Por largas noches escuchó el lloriqueo de los niños inocentes y las maldiciones a sus antepasados. Por largas noches le fue imposible perdonarse a sí mismo. Por largas noches se dedicó a rastrear y encontrar miembros de su antigua compañía para ayudarles a reconstruir su vida. Esas noches quedaron atrás porque hoy tiene una tarea diferente: recorre Thedas para descubrir el bien dentro de los condenados y olvidados, los presos en las prisiones más oscuras y los fosos más profundos. Les entrega su propia fe, les pide que crean en él que cree en ellos. Los hace mejores personas. Es una tarea ardua: con frecuencia se toma descansos porque es exhaustivo de forma física y mental. Las prisiones devoran la luz y los espíritus.

Con la misma constancia se encuentra con Sera, quien le conoce por completo. Con ella no tiene que fingir que fue un ejemplar, un dechado. Con ella pude reír, gruñir y maldecir en el mismo respiro. Es una amistad bastante sólida y curiosa.

A menudo Thom desea preguntarle a Sera qué pasó con la Inquisidora pero cree que no es correcto. Sabe que la Inquisición se deshizo y (sospecha) pasó a ser un grupo selectivo y secreto porque sabe que hay amenazas aun acechando. El mundo nunca va a terminar de salvarse por completo. Y cuando saluda a Sera ella tiene la mirada perdida, enamorada.

El desenmascarado suspira y da un trago más a su cerveza. Ciertamente los días anteriores eran más sencillos: podía escudarse detrás de un mito, detrás de una mentira. Hoy tiene que lidiar personalmente con su pasado y sus errores que sigue enmendando poco a poco. Las largas  noches sin sueño han desaparecido pero de vez en cuando alguna pesadilla traviesa se digna a visitarle.

Más no se arrepiente de nada. De otra forma no habría participado en la salvación temporal de Thedas. Sería muy irónico que pudiese participar en una segunda salvación, como le sucedió a él. Y con esa ironía entre dientes se ríe en voz baja ante la mirada curiosa de Sera, quien sigue masticando. 

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lunes, 28 de marzo de 2016

Ejercicio: Healing

He intentado comunicarme con ellos pero no me es posible. Si hablo mis palabras se las lleva el viento, no salen de mi boca. Si les toco les atravieso y se sienten incómodos, les da frío. Claramente estoy muerta y estoy presenciando mi propio funeral. Soy una especie de espectro que no necesita del plano etéreo por el momento.  Suspiro. O más bien lo intento porque el viento también se lo lleva. Estoy rodeada de mis seres queridos que no saben que estoy aquí. Mi sol, mi mejor amiga, mis alumnos y varios compañeros de armas.

Es una ceremonia sencilla detrás de mi escuela. Hay tierra removida que es donde presumo que me depositaron y mi viejo casco de Pavel se encuentra montado sobre mi hacha a dos manos, la cual tiene media asta enterrada. El casco y la careta presentan las viejas heridas: varios rayones, una abolladura, pérdida de color y el penacho roído. Me quité la máscara hace tiempo y puse en mis planes encontrar un sustituto para el papel de vigilante pero nunca lo hice. Estaba más ocupada viviendo mi vida. Estaba más ocupada enseñando a mis alumnos, lidiando con la economía de mi pequeño pueblo y salvando al mundo. Eso último no es exageración. Ayudé a detener una invasión de los Antiguos. No me tocó estar en el campo de batalla pero moví recursos y tiempo para ayudar a mi mejor amiga a hacerle frente al heraldo del fin de los tiempos. Por más que me platica y detalla su verdadera forma –que vio con ayuda de un conjuro– no logro imaginarlo. Seguramente apenas verlo me daría una idea.

Curiosamente es un atardecer brillante, dulce. Poquitas nubes y el rojo baila en el horizonte.

Como nunca fui religiosa no hay un sacerdote que hable en voz alta. Adivino que cada uno de los presentes le reza a su propio dios por mi alma perdida, porque si no me han revivido es porque mi esencia está más allá de cualquier salvación. Quizá algún enemigo demasiado poderoso que arrancó mi espíritu de mis huesos y de mi carne. Otra cosa no es posible, a menos que se hayan robado mi alma y estén siendo pesimistas para despedirse de una vez y ver cuando me encuentran realmente. Digo, yo sé que mi luz no me abandonaría así por así. Algo grande pasó. Y no estoy para hacerle frente, es lo que más me molesta.

Es entonces que ella, arreglada con sencillez y con su armadura esplendorosa, da un paso hacia al frente. Todos ponen atención, especialmente yo. Primero murmura una oración cortita en el idioma de la Infraoscuridad y luego entona una canción que nunca antes había escuchado. Una canción que habla de despedirse de sus seres queridos y de las tareas y logros cumplidos en nuestras vidas. Realmente nunca la había escuchado cantar; la había escuchado tararear o entonar, pero nunca cantar. ¿Un talento secreto, prácticas a mi espalda, nunca le presté mi tiempo para algo tan simple?

Termina su melodía y el silencio reina de nuevo.

Ahora es el gnol que alza la voz. Platica de aquella vez cuando una trampa le arrancó el brazo y yo lo recuperé rompiéndole varios dedos. Con una amarga risa relata que yo misma lo golpee con su brazo a modo de burla y para indicarle que todo estaba bien, que el bienestar estaba a solo un hechizo. También relata de cuando se regaló al enemigo en una ocasión a pesar de mis protestas. Y de cómo lo devolvimos a la vida pidiéndole el favor a una alta sacerdotisa de piel de color ébano y religión de la araña. Y de las incontables veces en que lo empujé y jalé para evitar que el enemigo le hiciera daño. Incontables, incontables veces bajo el fulgor de la batalla. Hombro a hombro, los dos gritando al frente y levantando nuestras armas a dos manos.

No  hay mudez, hay sollozos de mis alumnos.

Mi mejor amiga levanta su voz, siempre tan celestial. Cuenta la primera vez que nos conocimos, cuando yo entré por una ventana a una iglesia a buscar refugio. De cómo me dejó fuera de combate de tres golpes y atribuye esa hazaña a los litros de sangre que me faltaban y las heridas abiertas con las que llegué a invadir propiedad ajena. Y que después de asearme y curarme, como entendió que algo estaba mal y que tenía que ayudarme. Omite detalles íntimos y la verdad de nuestra amistad puesta a prueba de fuego infernal. Relata sobre nuestro encuentro años después y de mi petición de ayuda para fundar una escuela de artes marciales. Mi mejor amiga se hizo mi mano derecha en el pueblo. Cuando yo no estaba, ella estaba al frente de todo.

El siseo del viento es interrumpido por las vocecitas de mis estudiantes.

Uno a uno platica momentos duros y regaños para después terminar en una valiosa lección sobre alguna técnica, alguna enseñanza o algún valor importante en sus vidas. Hablan sobre la disciplina y el espíritu. Pero sobre todo hablan de mi orgullo como luchadora, como guerrera. De mi tarea de protegerlos a todos. Esa ridícula idea mía de que podía explotar los límites de mi cuerpo mortal para torcer mi realidad y sacar a todos del peligro. Y tarea que hice muy bien la mayoría de las veces. Fallé en múltiples ocasiones, imposible negarlo, pero siempre aprendí algo nuevo. Aprendí para no repetir el error ya que perdí más de un compañero por equivocaciones.

Esa responsabilidad que yo sola me atribuí, que nadie me entregó. Estuve en los últimos momentos en vida del anterior Pavel. Él sólo me pidió que prometiera encontrar un sustituto, hacer la voz de que se necesitaba un héroe nuevo. Nunca me pidió que tomara su lugar, no de forma directa. Simplemente pude haber pasado el manto a alguien de confianza, a alguna iglesia cercana. Mas lo preferí tomar yo, quise vivir la última voluntad del hombre que se sacrificó por mí.  Esa noche todo cambió y dejé mi pasado atrás para convertirme en la máscara, en un héroe sin rostro. Cambié varias vidas para bien pero nunca las suficientes. Sólo fui una mujer terca y bocona con un cuerpo bendecido. Es por eso que abrir una escuela de artes marciales fue un plan a largo plazo y mucho más efectivo. Al final no podré ver sus frutos pero sé que con mi mejor amiga al frente, seguirá todo como se planeó.

Es entonces que mis pensamientos muertos se estallan en mil pedazos al escuchar las maldiciones de mi sol. Murmura para si mi nombre y lo maldice, preguntándome porqué la abandoné. Y ni siquiera yo misma sé porque pasó, porqué me di ese lujo de fallar. Unas lágrimas se escapan de su rostro y aprieta sus dientes con mucha fuerza, intentando no ahogarse en la pena y en la tristeza. Y si hay algo de lo que me arrepiento, es de no haberle contado todo. De no haberla sacado a bailar más seguido, de no haberle pedido que cantara para mí. De no haber derrumbado los muros de mi corazón de una forma más rápida. Le di la llave de todo mi ser más nunca la usó, siempre esperó a que yo abriera la puerta desde adentro. Esperó a que mi porte orgulloso y socarrón  se derritiera a su tiempo. Esperó a que yo aceptara los cambios por venir, a que yo aceptara a una persona más en mi destrozado ser. Las experiencias del pasado me dejaron con cicatrices horrendas y mi luz sólo quiso curarme, un paso a la vez.

Me arrepiento de hacerla llorar en este momento.

Cuando trato de hablar y de pedirle que me perdone, muy a pesar de saber que es inútil, todo se vuelve negro y me arrancan del plano Material. Caigo en la nada, jadeante y partida en dos, lo último que vi fueron los ojos de mi amada. Nos convertimos en polvo y me desvanezco, pierdo mi conciencia. Ahora somos dos extraños. Siento como el frío me invade y siento que estoy a merced de su destino.

Y el frío invade mi cuerpo mortal y abro mis ojos, sorprendida. El sol entra por la ventana y baña mi ser lleno de cicatrices y músculos tensos. La sábana yace en el piso y el colchón duro me mantiene por encima del nivel del piso. Mi amada medita a un lado mío con sus ojos cerrados y sus brazos rodeándome la cintura, su hombro izquierdo sobre el jergón. Yo le estoy dando la espalda y su rostro está apoyado debajo de mi nuca. Me cuesta varios segundos comprender que fue una horrible y muy real pesadilla con un mensaje muy claro: no puedes dar por tomada la vida. Hace mucho yo la di por perdida pero al encontrar a mi sol y un propósito nuevo, la volví a tomar por regalada.

Despacito, despacito le abro sus manos para liberarme de su dulce abrazo. Me incorporo a medias, saco medio cuerpo para recuperar las sábanas y regreso a recostarme en la cama. Ahora me giro y la miro de frente, ella aun meditando y con sus ojos cerrados.  Hundo mi rostro entre sus grandes pechos, la abrazo con fuerza, aprieto mis dientes. Fue una pesadilla muy iluminadora.

Suspiro.

Con suspiros adormilados ella más o menos recupera su conciencia y se ríe entre dientes al notar nuestra posición. No es común que entierre mi cara ahí, usualmente soy yo quien la protege y hundo mi rostro en su cabello. Antes de que me pueda dar los buenos días le susurro, tímida.

-¿Puedes cantar para mí?


Seis segundos después, comienza a entonar sobre los reyes que nunca mueren. 

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martes, 6 de octubre de 2015

Ejercicio: Ego

Siempre supo que pertenecía a la mar, no a la sociedad.

¿Pero cómo explicarlo? Son unas ganas casi irresistibles de arrojarse a los brazos de su amada y fundirse con ella, de ser un mismo ser, como cuando se hace el amor. El primer problema evidente es que las reglas de la física no funcionan así. No se va a fusionar con la mar por arte de magia (o eso dicta el sentido común). El segundo problema evidente es una muerte segura. Temor al hecho de morir no, temor al hecho de sufrir al morir. Si haces una encuesta la mayoría de la población humana tiene más miedo a sufrir durante su muerte que al hecho en sí: ya sabes, las promesas del más allá según la religión. Gloria, paraíso, guerra sin fin, saciedad y libertad. Todos los dioses prometen algo diferente. Una pena que haya gente que necesite de un dios para ser buena persona; pero déjame te digo que eso no es una buena persona, es una bestia amaestrada.

Su poca acentuada figura camina despacio y cada paso lo da fuerte, sólido. Permite a la arena introducirse entre sus dedos y refugiarse del sol. Los zapatos los dejó allá atrás, al comienzo de la playa. No es como que se los vayan a robar, ¿o sí? Y si se los roban, ni modo. Tiene mucho dinero guardado. Vive en un departamento modesto con ropa sencilla y no posee carro porque vive cerca de su trabajo. Una pena porque no le dejará a nadie su fortuna: ni un familiar cercano le cae bien y tiene cero amigos. Y es posible que sea así toda la vida, es una esclava feliz del sistema dentro de lo que cabe. La empresa la valora porque lo del trabajo es lo del trabajo y los dramas sociales que no tienen son los dramas sociales que no tiene. Una empleada modelo. Entra a la hora que es y con frecuencia sale media hora tarde para arreglar “detalles”. La verdad es que se aburre en su casa y no quiere decir la verdad, claro.

Es una dama muy gris.

En alguna ocasión se habrá atravesado por su cabecita la idea de comprar una motocicleta tosca y andar de ruidosa y malosa por la calle, así muy ruda. Es el único impulso tonto que le ha atravesado el cerebro, y digo atravesado porque es literal: entra por un lado y sale por el otro. Nunca se convence a sí misma a pesar de los chispazos divinos que le llegan del cielo. La idea no es mala; ser libre, manejar por el camino a velocidades deseadas e ignorar el tráfico. Sentir el poder y la gracia de la ingeniería y el diseño del escudo con alas. Alguna vez se atrevió a buscar precios de esas máquinas en el trabajo y le dio pánico pensar que la pudieran estar vigilando. Batalló para dormir por una semana y nunca más revisó el costo de una máquina de esas.

Es una dama muy gris y de colores ocultos.

Sus huellas dejan un largo camino que se reflejan en el cielo celeste, poco a poco naranja en el otro horizonte. No hay nubes en el cielo y la brisa fresca le revolotea los cabellos y la falda amarillo mostaza El saco negro la protege de todo y la blusa blanca se oculta debajo de este primero. Hace horas que salió de su trabajo. Tuerce el cuello hacia la derecha y una ola del mar la saluda. Un vuelvo se da en su corazón y sonríe a la nada, ansiosa de que la mar le hable y puedan entablar una conversación animada. Se acerca despacito a la ola que está a la mitad de su vida y sigue esperando ansiosa. Al final la ola muere en sus pies y un nuevo silencio le inunda los oídos. Parece que hoy tampoco podrá consolarle la mar. ¿Es que acaso ya tiene dueño? ¿O no está interesada en ella del todo? Esto último es muy posible. Quizá la mar salió de una relación larga con otra persona y no tiene deseos de nada. ¿Pero entonces por qué le coquetea a ella, la pobre esclava del sistema?

Nada tiene sentido en esta vida. Sus redondas mejillas se ruborizan un poco a causa del frío y se aprieta más a sí misma ella entera. Tampoco es posible demandar a la mar por darle alas y falsas esperanzas, qué disparate. Hablarle no sirve, ya lo probó. Esperar a que la devore por completo le da un poquito de miedo por lo antes mencionado: sufrir. ¿Y qué responsabilidad tiene la mar de amarle, dirás? Es porque la nena no se ama a sí misma y espera que la mar amándole pueda arreglarla.

Se rinde. Por hoy se rinde. No tiene caso esperar y rogar en silencio que le presten atención cuando el ente del otro lado a ratos ignora tu presencia. Es un sufrir tonto e innecesario, ridículo si quieres. ¿Por qué no acomoda bien sus prioridades? El sol sí la busca, el sol sí la llama y sí le presta atención. ¿Entonces por qué busca a la mar? Seguramente porque es un reto, porque es una complicada como ella. Pareciera ser que gusta lo que no puede tener. Sería el colmo que cuando la mar por fin le haga caso, ella deje de responder. Si algo así fuese posible no nos podremos dar cuenta el día de hoy: la nena le da la espalda a la mar.
Cuando aleja sus pasos para retirarse y regresar a su gris vida, la mar se hace la ofendida y le envía una ola para besarle los pies. Y de forma instantánea la nena voltea con el rostro iluminado, los ojos abiertos y la boca en forma de sonrisa bailarina. Sólo para decepcionarse porque la mar no le mira de vuelta, sólo le dio una probadita de las muchas que le da cuando se debe retirar. Es muy injusto. Tanto que hoy es el último día que le hace eso.

La esclava del sistema feliz aprieta los labios, se sube tantito la falda, abre los brazos y luego echa correr hacia la mar, dando un grito de guerra al más allá. Salta y se tira a los brazos de la mar, quien la acepta con gusto y desdén: la empapa por completo, reconociéndola como su propiedad. Parecen fusionarse por unos segundos, ser un mismo ente ante los ojos de todos los dioses; un sueño hecho realidad, las reglas de la física se sientan y se callan. Luego la mar arroja de vuelta a la nena a la orilla, a salvo. La danza tan curiosa se repite unas tres veces más, siempre terminando con una energética ola que la devuelve a la arena.

La nena hace corajes y se arrastra lejos de ahí. Es la primera vez que tiene un contacto tan íntimo y sensual con la mar, una pena que no le haga caso del todo. Perdió la consciencia por milésimas de segundo. Se siente usada y eso no lo quiere. No es una herramienta que puedas emplear y devolver a la caja para después usarla de nuevo en tres meses. Se arrastra bastantes metros a pesar de los besos contados de la mar.

No, por hoy basta.

Se levanta, se sacude lo más que puede de arena húmeda, le enseña la lengua a la mar a modo de grosería, toma sus zapatos y se retira. Mañana lo intentará de nuevo.

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Ejercico de Write World




miércoles, 23 de septiembre de 2015

Azar: Discover

La voz del otro lado es un infante en pánico. No puede tener más de siete años. El operador, Fernando, escucha con atención sus chillidos. Mantiene la calma: le entrenaron para mantener la calma. Aunque su corazón da mil revuelcos sobre su sitio la voz se mantiene tranquila, segura y audible. Muchas de sus llamadas a la una de la mañana comienzan con pánico y terror para luego llegar a una resolución. Algunas son bromas pesadas o número equivocado. Por desgracia no puede renunciar a las que suenen sospechosas porque las posibilidades son infinitas. Es mejor atender el llamado de diez bromas que ignorar una crisis verdadera (en realidad sólo el 10% de sus llamadas son emergencias de verdad). Es un trabajo complicado y alguien tiene que hacerlo. Siempre fue una persona de la noche y hay pocos trabajos que se adaptan a su horario.

Hay de llamadas a llamadas. En ocasiones anteriores le tocó atender accidentes automovilísticos, violencia familiar o intentos de suicidios. No tiene mucho tiempo trabajando pero es sencillo notar cuando una llamada le va a afectar o no. A veces no duerme en días cuando los gritos de horror y súplicas con llantos taladran sus oídos por medio de los auriculares y las pesadillas. De vez en vez se desahoga con una amiga psicóloga.

-Mi hermana está dormida. ¡Sus muñecas sangran! ¡Está dormida y no despierta! ¿Por qué no despierta?

Es entonces que Fernando completo se sacude. Maldice en su interior cuando escucha que sus padres no están en casa. Consigue rastrear el origen de la llamada por medio de software especializado y sigue dialogando con el niño. Mientras le pide que le revise el pulso manda una ambulancia y una patrulla de policía a las coordenadas necesarias por medio de otro software. Masculla entre dientes a todos los ángeles y dioses que lleguen ya.

-Hazme un favor, ¿sí? Pon tu manita en su nariz y boca y dime si sientes aire.

Logra articular el operador. Cada palabra le costó una enorme voluntad y sanidad escupirla con total calma y control. Si el niño lo escucha alterarse sólo va a empeorar las cosas. El pequeño, de nombre Alan, le responde que no siente nada. También le hace el comentario de que los labios de su hermana están azules.

-Toma toallas y enrédalas en sus muñecas. Haz presión. Puedes hacerlo por mí, ¿verdad?

Pero el niño le comenta otra cosa. Le comenta que ella se ve tan fría y sola en la tina de baño. Y antes de que Fernando le pueda preguntar por las  toallas Alan suelta el teléfono, lo deja caer y corre. Eso lo nota el operador porque el ruido de un aparato telefónico estrellarse contra el piso y los pasos alejarse lo ha escuchado infinidad de veces. Entonces escucha más ruidos, esta vez del niño regresando y murmurando. Escucha, muy ligeramente, como salpica algo. Hasta parece que en realidad fue su imaginación.

-Así no vas a tener frío, hermanita.

¿Has escuchado cuando tiendes tu cama? Algo así parecido escuchó. Es el aire rasgado por una sábana cuando esta baila antes de aterrizar sobre el colchón. Especialmente cuando es una sábana o edredón pesado, de esos de invierno.

Le pide a gritos al teléfono y al cielo que responda. Espera lo peor: que el niño se ilumine de forma divina y quiera seguir a su hermana, que haya encontrado la herramienta filosa que fue utilizada y tenga curiosidad por ver qué es. Durante varios minutos se desgarra la garganta y luego se ahoga a susurros. Varios de sus compañeros se asoman por encima de los muros cortos, preocupados. Algunos aguantan la respiración. Otros se concentran en sus propias llamadas: tienen sus propios problemas.

El cubículo oscuro rodea a Fernando y las luces parpadeantes de su computadora no lo pueden reconfortar.

Es entonces que el operador escucha pasos mucho más sonoros y pesados, como de botas, a lo lejos. Son rápidos, muy rápidos pero por algún motivo se detienen súbitamente. Es entonces que el operador escucha maldiciones y de cómo toman el teléfono. Nuevamente grita y escucha una voz femenina del otro lado.

-¿Con quién hablo?

Le dice una voz angelical.

-Fernando, operador del número de emergencias. ¿Qué pasó con el niño?

La chica voluntaria, Lucía, no responde de inmediato. Suena un gemido cortado de aire y Fernando se pasa ambas manos por la cara, presa de la desesperación. ¿El niño habrá seguido a su hermana? ¿A tan temprana edad pudo comprender lo sucedido?

-Está dormido a lado de la víctima. Envolvió a los dos con una sábana y está bañado en su sangre. La está abrazando muy fuerte, como si tuviera frío.

Fernando se parte en mil pedazos. La inocencia de la criatura lo ha conmovido de una manera increíble. Hay de llamadas a llamadas pero ésta es muy especial. ¿Cómo se le ocurre a la gente lastimar a los que están a su alrededor así?

-Lo siento, chico, no pudimos llegar antes.

Y Lucía, sabia a la situación, cuelga.


Fernando llora particularmente fuerte esa noche. 

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Azar basado en un thread de 4chan. 

lunes, 20 de julio de 2015

Ejercicio: Phenomenal



Todo comienza sin sentido. Terribles y espantosos fantasmas se apoderan de su capilla en una espantosa noche para tener una maldición. En estos tiempos modernos, ¿quién cree en espíritus? Muchas cosas tienen explicaciones lógicas como reflejos en las ventanas, alucinaciones, frecuencias de infrasonidos y trucos publicitarios. ¿Cómo va a ser posible que entonces le estén rodeando espíritus furiosos y llenos de rabia? Se encuentra en medio de la ermita, siendo el ojo del huracán, presa de espectros desenfrenados y sin sentido. Físicamente no le están haciendo daño pero pareciera que le succionan su fe y su calor. O eso cree porque es una sensación desconocida, claro. ¡Nunca antes se había encontrado con fantasmas! Escuchó rumores de poca confianza y que algún pobre ladrón había sido espantado. 

Agonizando, con mano temblorosa y labios heladísimos, se aferra a su rosario que cuelga del cuello y murmura el comienzo de una oración que dedica a Él. Y entonces todo cesa. Los fantasmas se congelan en el tiempo y el sacerdote logra recuperar su aliento despacito, muy despacito. Aterrorizado, horrorizado, echa a andar hacia la salida sin liberar la cruz que aprieta con suma fuerza y fe. Se tambalea e incluso tropieza pero la mano derecha no se afloja. Se escabulle entre las bancas y justo cuando cruza el marco de la puerta que empujó desenfrenadamente, se atreve a mirar hacia atrás.

Los espíritus le contemplan con tristeza, preocupados por su descanso eterno. Ya no están suspendidos en la realidad, están acercándose a él con suavidad, arrepentidos. El cura comprende por intervención divina que no se les ha concedido el descanso eterno. La carne es débil y él no cesa de temblar y tiritar los dientes. ¡Es anormal! Esto no debería estar pasando. 

Uno de los espectros, el más delgado y pequeño de todos, se adelanta. Entonces toma forma de una niña con un enorme velo que le cubre la cabeza y llega hasta la cintura. Es el vivo retrato de una de las pequeñitas que vino a misa muchísimas veces. La pobre muchachita enfermó y rezó y rezó pero Él no pudo salvarla. Hay cosas que Él no puede lograr. El rescate de esta menor fue una de esas cosas. 

La capilla entonces comienza a rebotar y rebotar el eco de la voz del sacerdote. Da el saludo inicial y de inmediato pasa al acto penitencial, donde pide humildemente el perdón de Él por todas sus faltas y la de todos sus asistentes. Todos los espíritus, ahora con rostros familiares, agachan la cabeza. Todos llevan velos y hay ancianos, señoras, niños y jovencitas. No reconoce todas las caras pero asume que venían a celebrar misa en esta capilla. A pesar de que es un templo humilde es popular y cuenta con por lo menos tres sacerdotes más. 

Hay bancas largas a la izquierda y a la derecha. El centro está libre y los muebles delimitan un pasillo que dirige al altar. Por su reducido espacio no cuenta con confesionario adentro. Los viacrucis están muy cerca entre sí y es lo único que adornan las despintadas paredes de piedra además de los ventanales con barrotes. Hay una fuente bautismal de mármol, un sagrario sencillo y la puerta principal. Lo más importante es el libro abierto sobre el altar, de donde el cura está tomando toda su inspiración para poder repartirla al resto de los presentes en la misa. Es una capilla sumamente pequeña. 

La escena es muy bonita: espíritus no chocarreros sentados entre los bancos, escuchando palabra por palabra la voz del sacerdote. El velo cubre a todos y cada uno de los espectros tranquilizados y eso los colma de paz y serenidad. Se hace la gloria. Los espectros hablan con suavidad y susurrando en un tono completamente unísono, haciendo que el templo parezca más ruidoso de lo que realmente es. 

Sigue la oración colecta, y la liturgia de la palabra: primera lectura, salmo, segunda lectura, evangelio y homilía. Aquí es cuando se torna complicado. La homilía suele hablarse para evitar que la gente vuelva a caer en el pecado, para pedir el diezmo o para solicitar ayuda a la comunidad con algún tema en particular. Más el cura apuesta a dar una misa normal, como si todos estuvieran vivitos y coleando para volver a venir la próxima semana. Y eso es lo correcto porque los fantasmas se sienten respetados y queridos. Sigue el credo y la oración de los fieles.

Salta a la liturgia de la eucaristía: presentación de ofrendas, prefacio, epíclesis, consagración, aclamación, intercesión, doxología y el Padre Nuestro. Cuando toca la comunión, usa la misma hostia para todos. El pedazo de pan sin levadura no sufre daño alguno y tampoco pareciera que estuviera recibiendo fluidos astrales o de otro plano. 

Al final, los ritos de despedida. Bendición y despedida con envío. Entonces, una a una de las almas condenadas se desliza de su lugar en la banca, llega al pasillo y sale caminando por debajo del marco de la puerta. Cada vez que dan un paso al exterior se elevan unos centímetros y continúan caminando hacia arriba, como subiendo una escalera hacia el cielo. El sacerdote cuenta veinte almas que han encontrado la salvación. Brillan en la negrura de la noche y después de varios minutos se pierden entre las estrellas, las cuales brillan con mayor intensidad que hace una hora. 

Lo único que lamenta es no haber comprobado o desmentido el mito de la puerta hacia el cielo pero al menos ya sabe que le tocará subir unas larguísimas escaleras cuando le llegue su hora.

http://andersartigkeit.deviantart.com/art/Church-Of-Ghosts-530704245


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Ejercicio de Write World. Algo diferente.

martes, 16 de junio de 2015

Ejercicio: Where do we begin

El susurro le llega a sus oídos y le obliga a levantar la cabeza. Sus dorados cabellos ondean con gracia y el paraíso se altera sólo un poquito. Es una oración poco usual. Es una oración que se le hace a los muertos pero la voz la dedica a una persona viva. Parpadea un par de veces y sus pestañas también ondean de una forma muy elegante. Sus tupidas cejas se arquean y su rostro muestra una mueca de curiosidad. La belleza es divina y fuera de nuestra lógica.

Los dioses no son curiosos. Los dioses lo saben todo. Pero ahora mismo no es así, no con ella.

Procede a aparecer frente al mortal que la llama. Así sin esfuerzo y sin problema con sus pensamientos distorsiona la realidad y todo se mueve de lugar para que ella no tenga que desplazarse ni un paso. Con su imponente figura y radiante hermosura detiene todo a su alrededor: el cantar de las aves, el viento murmurante y el río de sangre que emana de su mortal.

-Campeón mío. Veo que has obrado bien. ¿En qué te puedo servir?

Ella habla con dulzura y se inclina ligeramente hacia el cuerpo refugiado detrás de una montaña de cadáveres. La respiración agitada del héroe de guerra se acelera otro poco; ninguna palabra escapa de sus labios. La diosa adivina sus intenciones y acerca su mano derecha hacia el rostro ajeno para darle la bendición de continuar con su vida.

Adivina mal.

El herido le detiene la mano y después la baja. La diosa, incrédula, lo intenta de nuevo: tomar al héroe de guerra pero ahora con las dos manos. Y el terco humano vuelve a detenerla, ahora con más dificultad que antes. Levantar sus brazos le ha costado un esfuerzo enorme, como si cargara con las tres espadas más pesadas de todo el reino.

El ente celestial se reincorpora y posa sus puños sobre sus caderas en pose desafiante. Aprieta los labios y ladea la cabeza hacia la izquierda. ¿Por qué habría de llamarle uno de sus campeones favoritos? Él es quien ha purgado la superficie de muchos enemigos del inframundo. Él es quien ha movido masas a su favor y ha generado fama, milagros y ha unido nuevos seguidores a su causa justa y recta. Incluso le parece un caballero muy atractivo. Una pena que no sea un dios.

He aquí un secreto que nadie sabe: ser una deidad no es tan sencillo como la gente pudiera imaginar. Todos tus creyentes esperan que les resuelvas la vida a base de plegarias. Pocos son los que predican con el ejemplo, como el héroe aquí herido, y aún menos son los que llegan a la santidad. Estar escuchando oraciones repetitivas una y otra vez que piden dinero, buenas cosechas y el amor eterno llega a cansar (aunque valora más las oraciones altruistas). No accede a todas ellas, claro. Algunas son ridículas y están muy lejos del dogma que predica, pero no puede castigarles por ello. A esto sin sumarle la cantidad de conjuros mágicos, milagros y apariciones que debe cumplir de forma diaria. El tiempo que más disfruta es cuando la mayoría de la población está dormida: entre las dos de la mañana y las tres de la mañana. Ahí es cuando recuerda por qué llegó a la divinidad: para salvar a cuantos sea posible.

-Mi diosa.

Tose sangre el campeón maltrecho. Se cubre la boca y después baja la mirada, avergonzado de tener el rostro sucio con tanta sangre que se escapó de entre sus dedos. Normalmente su mano debería estar cubierta con un guantelete de metal pero este está destrozado por la mitad y sólo le cuelgan tiras de cuero. La otra mano está bien protegida. Su armadura de placas le ha protegido de la mayoría de los ataques más hay uno en particular que se deslizó con suma destreza entre sus protecciones y se clavó por en medio de dos de sus costillas. De hecho, la hoja de la lanza ahí está; el asta yace rota a unos metros de distancia. No la ha removido para detener la hemorragia y extender su vida un tiempo indeterminado. Sus cabellos salvajes ya no revolotean porque la diosa ha parado el tiempo a su alrededor. Su barba sin afeitar no va a crecer más.

Sólo ellos dos respiran.

-Le he llamado porque deseo morir en paz.

Esta es una petición inusual. Cuando desean suicidarse no acuden a ella: al contrario, buscan algún otro dios que no condene la debilidad y la cobardía. Es ella quien da los honores más altos a quienes muestran valor y osadía en el combate y el diario vivir. Es quien anima a la madre viuda a seguir luchando por sus criaturas. Es quien anima al enfermo a no sucumbir ante una enfermedad sin cura. Es quien posiblemente te anime a levantar el rostro cada día a pesar de las adversidades. ¿Entonces por qué?

-Verá, mi diosa.

Susurra el mortal y echa su cabeza hacia atrás después de escuchar el silencio. Le cuesta respirar. Traga más sangre suya y sólo entonces nota la mano de su diosa atravesando su pecho. No duele en lo absoluto y después una aguda angustia le agobia la tráquea. La diosa retira su mano sin dejar marcas de su intervención y entonces ya no le cuesta respirar al mortal. Duele pero ya puede inhalar y exhalar con tranquilidad.

-Sé que puede curar mis heridas. De eso no hay duda. Sólo pretendo morir con tranquilidad, sin sufrir más de ser posible.

La diosa dobla sus piernas para tocar el suelo con su elegante trasero y luego abraza sus rodillas sin quitarle los ojos de encima a tan interesante caballero. De esta forma parece una chiquilla a la que le están explicando una complicada lección de teología. Todo a su alrededor sigue brillando con alegría y pareciera que el campo de guerra no existe. Pareciera que no hay centenares de cadáveres de aliados y enemigos (incluso pareciera que todos están completos). Pareciera que el olor a pólvora y magia se disipó de forma natural. Pareciera que ÉL no es el único sobreviviente.

-¿Puedo saber al menos por qué?

Es entonces que el mortal cierra sus ojos y un par de lágrimas cristalinas escapan de su prisión.

-No puedo más.

Gime tristemente y comienza a relatar parte de su torcido pasado. Un pecador espantoso y terrible. Un monstruo más horripilante que los que se enfrentó hasta hoy en día. Tan cruel, tan despiadado, que incluso los más altos poderes malignos le ofrecieron convertirse en demonio. Y justo cuando iba a transformarse en la peor criatura jamás imaginada por la raza humana, se echó para atrás. Se dio cuenta que su alma ya no valía y que iba a pasar la eternidad atormentando inocentes. El repentino cambio de corazón sucedió cuando tuvo visiones en sus pesadillas: él se iba a atormentar y castigar a si mismo. Y lo iba a disfrutar.

Los árboles secos se mantienen congelados en el tiempo y los animales salvajes guardan silencio. El horizonte se extiende en un atardecer rojo y no hay ninguna nube en el cielo o el suelo. El sol comienza a esconderse dado que ya cumplió su rutina. La luna espera impaciente su turno. Las montañas a lo lejos desaparecen detrás de las máquinas de asedio rotas y destrozadas. Incluso las fortificaciones improvisadas han caído sin mucho pesar. Ahí, en medio de la escena digna de un poema, la diosa consuela con cariños al mortal. Su mano derecha se pasa una y otra vez por las mejillas ajenas, reconfortándolo, limpiándole de lágrimas. Esa historia de redención se la sabe muy bien ella. De hecho, fue una apuesta entre dioses para ver si realmente había cambiado. Y la perdió. Su campeón más renombrado y poderoso es él, de quien no esperaba nada. Más lo escucha con atención, curiosa. ¿Es posible entonces que los humanos puedan revertir su egoísmo impuesto por los otros dioses de la creación?

-Ya no puedo dormir. Sólo descanso cuando arrebato la vida a sus enemigos. Cuando les… arranco su último aliento es cuando puedo reposar. Y esa no es forma de vivir, ¿verdad?

La diosa asiente y lo comprende. Él ha tenido pesadillas que ni ella misma puede controlar. Son todos los errores de su pasado que lo atormentan y lo torturan, que lo linchan y lo acosan. Es él mismo quien se castiga sin piedad. Es una enorme nube negra que se arrastra por encima de la tierra que tanto protege y hace sagrada. Semejante poder sólo es posible por los pecados humanos. Ni siquiera los dioses de esta realidad son capaces de detener a quienes los crearon. Él sólo se debe creer capaz de la salvación eterna.

-¿Comprendes qué consecuencias tendrá esto?

Cuestiona la diosa.

-Comprendo. Hay mejores servidores que yo y ellos podrán seguir guiando a nuestra gente.

Responde el mortal ya más tranquilo. El dolor de su garganta ya no es tan molesto y la diosa le ha escuchado sin juzgarlo y sin ridiculizarlo por su supuesta cobardía. Y es que por un pequeño momento en el que el medio te domine, no puedes borrar todo lo que has levantado anteriormente. Templos, ejércitos, oraciones, grupos de ayuda, calidad de vida y muchas cosas. Incluso nadie de su gente se atravería decirle algo. Más él no quiere que se enteren de todo esto. ¿Qué pasaría si supieran que su más grande inspiración fue alguna vez precisamente contra lo que pelean hoy? Crueldad, maldad, egoísmo, depravación, perversión, vileza.

-De acuerdo. ¿Estás listo?

Cuestiona nuevamente la diosa.

El mortal asiente suavemente y la criatura divina se inclina sobre él. Besa la frente mortal con sus carnosos labios y aquél pobre hombre por fin da un último respiro de alivio. Su mano derecha posa sobre su pecho y una sonrisa que hizo su danza final jamás se va a borrar.

Descansa, caballero. Te has salvado.

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Ejercicio de Daily Story Seed.