Adora el silencio.
Las luces y sombras se apoyan en la pared de azulejos
blancos y en la banqueta de metal. Él a su vez se apoya sobre el inmueble
recargado principalmente sobre su costado derecho. La mano derecha presiona
contra la frente a modo de postura relajada. Sus piernas cruzadas ligeramente y
la mente perdida en alguna parte del purgatorio.
Ha perdido la costumbre de oír el silencio. Todo es ruido,
todo es destrucción y contaminación. Cláxones infinitos, audífonos irrompibles,
lenguas eternas, maquinas imponentes y naturaleza salvaje. Pero en esta
estación de metro del centro de la ciudad (la ironía es palpable) a las cinco
de la tarde no hay ruido por varios minutos. Es un momento mágico donde puede
escuchar sus propios pensamientos y deseos, donde sólo escucha el bombear de su
corazón y la invasión del aire a su frágil cuerpo. Al fin y al cabo no es más
que un pedazo de materia gris conduciendo una nave hecha de carne.
Han pasado tres minutos ya. Usualmente la calma reina por
cinco minutos.
Esto sucede porque a las meras cinco de la tarde hay
noticias sobre la capital y el resto de las ciudades. Noticias malas en su
mayoría y todo el mundo elige esa hora para salir del trabajo justo acaben. Es
un sistema raro pero nadie lo cuestiona. Nada práctico, es estúpido. Por mucho
que trates de razonarlo no vas a comprenderlo y sólo terminas con frustración y
dolor de cabeza por tan mala idea. En lugar de adelantarse al futuro y de
prevenir desastres sólo se dedican a resolver cosas en el momento. Está claro
que vivir en el presente es una necesidad pero hay límites. Pero anda, ideas
vagas de un lurio no van a cambiar al mundo. No hoy.
Mastica aire y rompe el silencio. Sus labios truenan una y
otra vez y se balancea ligeramente para acomodarse una vez más.
Los mosaicos son blancos y el mortero es negro. La distancia
entre los cuadros varía y con frecuencia se ven bolitas de color oscuro que
invaden el espacio delimitado por la figura geométrica. Pero nada serio. Sólo
errores de dedo y de percepción que a nadie le interesan. Su verdadero fin es
abaratar costos y ayudar con la humedad porque muy, muy a menudo llueve feo en
estos rumbos. Al final, antes de pasar el nivel de piso permitido por los
usuarios del metro, hay cuadrados negros. Y debajo de estos hay una línea larga
de mortero que atraviesa toda la pared. A decir verdad se vería mejor sin esos
elementos negros pero qué se le va a hacer. El fin, como ya antes mencionado,
es meramente funcional.
Más piezas de cerámica se extienden por debajo del asiento
del hombre. Estás a diferencia de las otras son opacas y grandes. Están sucias
por tantas huellas de botas, zapatos, tenis y chanclas. La única similitud es
su color blanco. O no tan blanco.
El asiento se compone de tres piezas y es de acero
inoxidable con detalles redondos y de perforaciones para hacerlo más ligero y
llamativo. Es sólo un poquito de diseño. La sombrea graciosa se proyecta hacia
abajo debido a las altas luces del techo. Y dichas sombras empujan a la sombra
del hombre hacia afuera, molestas porque les invaden en un momento tan preciado
y dulce. ¿A quién le gustaría que le molestaran sus únicos cinco minutos de paz
del día? A nadie.
Las ideas del animal siguen evolucionando y llegan a su fin
cuando abre los ojos y mira que sus cinco minutos ya han pasado. Y como hechizo
roto por cortesía de una madrina mágica, todo se vuelve ruidoso. El transporte
eléctrico aparece rechinando con violencia y la gente aparece gritando,
hablando, haciendo cosas de gente. La calma se ha extinguido peor que la
inocencia de un infante. Ni en la fábrica donde debería estar trabajando en
estos momentos el sonido es tan agobiante.
El alboroto es molesto.
Pero él posee una imaginación increíble. Cierra los ojos por
tercera ocasión en el día y todos y todas desaparecen. No los escucha más, no
los siente más. Se concentra en un cielo infinito y estrellado, en un piso
hecho de agua cristalina que refleja el doble de incalculables luminarias. Algunas
nubes azules danzan por ahí y alguna estrella fugaz pasa a saludar. Otra vez la
paz reina en su corazón y en su mente. En el horizonte la luna brilla con
potencia y comienza a ocultarse, dejando que la oscuridad agujerada reine a lado
del silencio.
Es esa misma imaginación la que le ha permitido comprender
muchas cosas más allá de su saber y sus costumbres. También es ella y su musa
quienes le permiten sobrevivir día a día con ideas exóticas, graciosas y llenas
de amor. Podría estar al borde del abismo o en el fondo del mar y su mente le
engañaría con la misma facilidad que ahora. No es necesario refugiarse en banalidades
del capitalismo (que él alimenta para poder sobrevivir) para poder mantener la
cordura. No hay vicios ni problemas más que los propios creados.
De vez en cuando algún murmullo intenta interrumpir su
concentración pero logra vencerle.
Para acabar el relato el hombre ahora piensa en el mismo
tipo de piso pero ahora con el cielo claro, celeste y vasto. Las nubes se besan
con el agua y después se elevan en busca de trabajo. Las estrellas desaparecen
poquito a poquito dando paso a un sol invisible que ilumina todo el firmamento.
Una corriente de aire le revuelve los cabellos y las ropas. Nubes cada vez más
grandes se apoderan del escenario y siguen deslizándose por encima del
cristalino horizonte. Se pierde en su propia inmensidad y abre los ojos. La luz nocturna de la ciudad le indica que ya es tarde para
andar soñando. Así que toma su cuerpo, se levanta y echa a caminar por las
escaleras para abandonar la estación de metro.
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Ejercicio de Write World. Tenía ya más de quince días sin hacer algo coherente.