-Me pregunto si todos ellos tienen nombres.
Murmura para sus adentros. O eso cree porque su compañera le escucha.
-¿Por qué lo dices?
El silencio vuelve a su curso. Se pasa la mano derecha por
la barba sin afeitar de varios días y luego suspira. Semejante sentimiento de
incomodidad no es bonito. Siempre es lo mismo: entregar mercancía autómatas de
M al por mayor y decirle a las franquicias que se liberan de toda responsabilidad
haciéndoles firmar cincuenta contratos diferentes. Lo que pasa es que son
modelos aún con margen de error superior al 1%. Pero la competencia, W,
pretendía liberar un modelo similar y mejor antes que ellos; entonces los de M
jugaron con la mente consumista y soltaron al mercado robots más “humanos” y a
un menor precio. Cuando W sacó un autómata real y perfecto, fueron ignorados. Y
W quebró. A pesar de que su meta original era destinar todas las ganancias a la
preservación de áreas verdes, ayuda a orfanatos y demás cosas que te obligan a
vomitar arcoíris.
La mente humana es estúpida.
Luego los mira a través de la ventanilla de la caja, uno a uno: calvos, cabeza alargada, cámaras como ojos, una mandíbula que se controla a base de pistones y cables, cuello para girar la cabeza y evitar que las cámaras tuviesen 360° de visión y que el cráneo fuese de un material más caro y transparente; hombros para detener el peso de los delgados brazos, pecho y pectorales que contienen las unidades de energía, una cintura pequeñísima para reírse de la humanidad completa, piernas alargadas y que funcionan igual que el cuello, a base de pistones y cables. Parece un extraterrestre más que un humano. Debido a que no tienen cejas le causa gracia. Así como la moda de quitarle las cejas a las fotos de celebridades que surgió hace cientos de años.
Uno de ellos parece devolverle la mirada pero la sola idea la desecha en ese mismo segundo.
Gira sus ojos hacia la izquierda y la pulsera (que es un celular y posee todas las funciones del mismo –más de las que tú conoces ahora mismo– además de reloj) le indica con brillantes números que han llegado a su destino.
Le indica a su compañera con una señal de dos dedos hacia adelante que se orille.
Su compañera es rara. Ella encuentra emoción en el modo de conducción manual. Siendo que los sistemas automáticos le permiten dormirse entre viajes y demás, ella prefiere tomar el volante con sus dos manos, a veces una, y pisar los pedales. De hecho, es una mecánica muy especial. Ha alterado el camión de cabeza tractora para funcionar como hace doscientos años. Una palanca de cambios (algo así entendió) y tres pedales. Ese conocimiento no debería estar al alcance de sus manos. Incluso ha pensado que en realidad ella es una guerrera de tiempo parcial y ha viajado en una máquina del tiempo al pasado para evitar alguna especie de catástrofe universal.
Nunca se lo ha preguntado. Y no tiene caso hacerlo.
Lo cierto es que maneja como si ella misma fuese una autómata. Movimientos precisos, delicados, puntualidad excelente. Muy diferente a cómo es en persona. Tosca, honesta a más no poder, atropellada con las palabras y con cierto deje de caballero de mesa redonda sarcástico que hace todo por el bien mayor. Una pena que sea tan guapa. Y hablando de belleza, ¿por qué cuando muere una persona linda todos se ponen triste por ello? ¿Es que los feos no tienen derecho a morir? Se ríe para sus adentros y ella parpadea, curiosa.
Se bajan de la cabina del tracto camión y cierran la puerta al mismo tiempo. Pase lo que pase, siempre la cierran al mismo tiempo. Al principio le molestaba a él porque parecía querer imitarle durante un instante de vida. Y varias veces trató de demorarse dos o más segundos pero el resultado siempre fue el mismo. Ya ahora lo ignora. Es más una rutina que una molestia.
Es el quinto cargamento en una semana. Se está poniendo pesado. La paga no es la mejor ahora que lo piensa. Quizá debería conseguir otro trabajo pero será imposible encontrar uno tan sencillo que no requiera agilidad mental y sólo es ir, entregar, regresar. No estudió para eso. Esboza otra sonrisa a la mujer de su vida que aún no existe y comienza a caminar. Su compañera le sigue y después de varios trámites en múltiples oficinas, entradas, puertas de seguridad y así, advertencias y demás, ya están listos para dejar el contenido de la caja.
Hora después contempla como el último autómata es encendido y sus ojos brillan intensamente.
Es el que pareció mirarle.
-Le pondría un nombre feo a ese.
Voltea curioso hacia su compañera.
-No me agrada cómo mira. Aún apagado sus cámaras me pesaban. Ahora más.
Parpadea curioso hacia su compañera.
Así que no son sólo ideas suyas. Se encoge de hombros y le resta importancia al tiempo que el autómata baja de un salto de la caja y sigue las órdenes del personal autorizado de la tienda. Jamás le van a agradar cómo siguen órdenes. Aunque él hace lo mismo y es un hipócrita que se engaña a si mismo diciendo que es libre y todas esas cursilerías de hace trescientos años.
-Vámonos.
Asienten los dos y se suben de nuevo a la cabina. Ella acomoda el espejo sacando la mano por la ventana y echa una última ojeada. El robot también la está mirando, quedándose atrás y sin seguir al vendedor.
Gruñe y enciende el vehículo para luego mover la palanca de cambios hacia la reversa, pisar el pedal con fuerza y un rechinido espantoso arroja todo el transporte hacia atrás y atrapa al autómata entre sus llantas y lo destroza por la mitad después de haber girado el volante.
No hace caso a los gritos de terror de su compañero y de inmediato apaga el vehículo.
Baja y comienza la rutina de accidentes. Se disculpa cincuenta veces y habla sobre las pólizas de seguro y accidentes al gerente que sólo recibió la declaración de un empleado asustado porque más de una tonelada de titanio casi le cae encima. Al final el gerente se calma y acepta el papeleo. Eso le tomará otras tres horas por lo menos. Y es la quinta vez que pasa. Siempre hay un robot que la mira, como suplicándole auxilio o amenazándole de un terrible apocalipsis que va a suceder. Un tema muy trillado pero muy real.
Como no hay pruebas de que realmente lo hizo con intención (y debido a que le autorizaron la modificación de su vehículo y sale más barato su mantenimiento y uso) las autoridades simplemente reemplazan el autómata que es entregado por paquetería exprés. El costo beneficio que ella les dio es muy superior y sólo guardan silencio.
Tres horas después ya se pueden retirar. Y con tiempo extra pagado.
El compañero sólo apoya su mejilla izquierda en su puño izquierdo y comienza a divagar con la idea de que realmente es una mujer del futuro que está demente.
La compañera se limita a encender de nuevo el vehículo y a conducir de vuelta a casa.
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Inició por una canción a la que no le encontré nada de escribirle y viendo tonterías en Tumblr salió este ejercicio. Lo hice en media hora o algo así. Es más de lo que le he dedicado últimamente.