-Hey, comandante.
Murmura de forma inaudible.
-¿Puedes desconectarme? Sólo un minuto, necesito privacidad.
Se escucha como la comunicación corta y suspira. Se retira
los auriculares y después estira su cuello. Pasa su mano derecha por la nuca y vuelve
a suspirar. El aire por fortuna aún no es tan pesado como para necesitar una
máscara todo el tiempo. Hay secciones donde sí es necesario portarla pero aún
se las puede arreglar sin esta.
Contempla la destrucción masiva. Edificios esparcidos por el
suelo y letreros luminosos que aún flotan donde deberían estar las
edificaciones. Es gracioso ver la publicidad suspendida en el aire a cientos de
metros de su lugar de origen. De vez en cuando alguna obra hecha por el hombre
se mantiene en pie, especialmente las que tienen siglos de antigüedad. ¿Cómo es
posible que semejante talento supere al que existe ahora?
El único punto bueno de todo esto es que el cielo ahora está
estrellado. Tanta luz artificial oscureció el manto de la noche por muchísimo tiempo
(la ironía es palpable).
Han pasado treinta segundos. Lo único que ha hecho es respirar
con calma y dejar que sus pulmones y pechos se hinchen. Las costillas hacen su
función y su vientre también se mueve.
Sí, lo recuerda todo.
El aire estaba muy empolvado, su armadura estaba muy
oxidada. Todo se vino abajo en cuestión de minutos.
Es por eso que disfruta de momentos de soledad. Le recuerda
cuando todos y todo estaba vigilado por inmensos sistemas de seguridad que ni
cuando hacías tu aseo personal te soltaban. Era un método muy eficaz de
prevención contra crímenes y de lavarte el cerebro para recibir publicidad
decente. Nunca conoció una paz similar.
A ratos duda de que el comandante realmente la haya
desconectado. Pero es bueno tener la ilusión de que realmente está sola en este
mundo derrumbado. Especialmente cuando tu cuerpo es puro y no ha recibido ningún
implante tecnológico. La mayoría de sus compañeros han perdido algo en acción y
como su entrenamiento mental es bastante poderoso, les sirven mucho como
soldados desechables: les sustituyen lo perdido con piezas mecánicas y
tecnológicas que no es diferente a una pieza natural.
Se las ha apañado bastante bien a pesar de la desventaja en
la que se encuentra. Lo que la ha ayudado muchísimo son sus finísimos reflejos
y rápido pensamiento. Antes de que todo esto se viniera al suelo era artista de
distintas disciplinas. Una pena que deba alterar sus enfoques para ahora la
supervivencia propia, no la del arte. Y es que el arte era una carrera en
decadencia: cada vez más grises todos, cada vez más simplones y menos
inteligentes.
Al final de nada sirvió luchar tanto contra el sistema
porque lo que la mantiene viva ahora es el sistema mismo. Es esa tecnología de
espías y acoso diario la que le ayuda a mantener el contacto visual del terreno
que pise; le alerta de cualquier presencia ajena a la suya y es quien le guía
lejos del peligro (pero a veces hacia el peligro). Las dos caras de la moneda,
a resumidas cuentas.
Aunque pensándolo bien, tiene algo no natural en su cuerpo.
Es un tatuaje en su hombro izquierdo. Es un cuadro con cuadros más pequeños
dentro, que a su vez vuelven a tener cuadros más pequeños; una especie de
mensaje codificado para los aparatos celulares de hace milenios. Lo ve como una
forma de burla al futuro.
Aunque claro, sabe que no es libre. ¿O lo es porque decide
no serlo?
Ve al trabajo, manda a
tus hijos a la escuela, sigue la moda, actúa normal, camina en el pavimento,
mira televisión, ahorra para tu vejez, obedece a la ley; repite después de mí:
Soy libre.
Se ríe con esa frase. Siempre le causó molestias a la gente
que se autodenominaba libre y autónoma, depravada de ataduras. Se las decía en
la cara cuando era sermoneada por algún loco de la calle sin bañar.
Se pierde en sus cortos y enigmáticos pensamientos, de
cuando la sociedad negra y decadente era la mejor opción. Si toda la población
general pudiese haber sido advertida, habrían cambiado. Y realmente habría
pasado otra cosa. Pero eso es cosa de una realidad alterna, no de esta visión.
Una pena.
-Han pasado dos minutos.
La voz del comandante se escucha a lo lejos, muy a lo lejos,
en su cuello. Parpadea ella y sin apresurarse se coloca de nuevo los
auriculares.
-Gracias.
Sonríe a medias. El comandante en realidad es una
inteligencia artificial muy avanzada (posee ciertos rasgos humanos como la
compasión y curiosidad). De vez en cuando éste le regala detallitos así. Sabe
muy bien que debe consentir a su mejor soldado. Es ella una especie de antorcha
y símbolo para el resto de sus compañeros porque es la única aún completa. El
tatuaje no cuenta.
Suspira una vez más. Levanta su pesadísimo rifle con las dos
manos y echa una miradilla por la lente. El punto de reunión se encuentra cada
vez más cerca. Le desagrada tener que ir armada a semejantes eventos pero es lo
más seguro: las ruinas de la antigua civilización esconden sobrevivientes o
deformidades de la madre Naturaleza. Ninguno de los dos suele ser amable.
Al final, es sólo un día más de existencia. Veinticuatro
horas de existencia después de que el mundo se terminó, nada inusual. Ya lo ha
aceptado por completo.
Pasan las horas y está escondida entre los despojos de
humanidad. Debería encontrarse con un informante por estos lares más nada
sucede. Sus habilidades de ocultación son las más envidiables en estos tiempos.
No le importa ensuciarse y sabe cómo piensa el resto de los humanos. Se cubre
de lo necesario para no ser detectada. También puede proveer de una pesada
guerra psicológica… Si es que se necesitase.
Más horas pasan. Su postura y su atención no se inmutan.
-Comandante, es la tercera vez esta semana.
-Lo sé.
-Debemos conseguir mejores fuentes.
-Lo haré.
En realidad le alegra que nada suceda. En ocasiones
anteriores ha tenido que ejecutar a los informantes para mantener el secreto. Esta
vez, ha sido una semana limpia. Sólo misiones de reconocimientos y de
cartografía. Todo bonito.
Recoge sus pertenencias varias y procede a retirarse. Al
final echa una mirada hacia atrás, curiosa. ¿Realmente no están o los rumores
la preceden?
Cuando todo estaba derrumbándose sus habilidades fueron muy
útiles para detener avances enemigos y para ganar batallas. Se manchó las manos
más de quinientas veces y fue pieza clave en ataques terribles. Es por eso que
gusta de momentos de soledad. Recuerda todos y cada uno de los rostros a los que
arrebató la vida con plomo. Es por eso que estos días tan simples son tan
preciosos. Sólo cierra los ojos y se da cuenta cómo después del fin de los
gritos la calma vino.
Espantosa mancha en su línea de tiempo.
Ya van dos semanas sin ensuciarse de sangre. El último
informante se unió a ellos.
Suspira.
Una pena que deba alterar sus enfoques para dedicarse a
sobrevivir cada día. Silenciosa como un asesino fantasma se retira para terminar
su misión.
Haz de cuenta que nunca estuvo ahí.
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Inició por inspiración a una canción. Luego me puse a buscar más canciones y terminó mal. No es mi mejor pieza pero me alegro nuevamente alejarme de la fantasía. Quizá escriba de ella de nuevo. La imagen en internet fue después del escrito.