martes, 14 de enero de 2014

Azar: Ghost Assassin



-Hey, comandante.

Murmura de forma inaudible. 

-¿Puedes desconectarme? Sólo un minuto, necesito privacidad.

Se escucha como la comunicación corta y suspira. Se retira los auriculares y después estira su cuello. Pasa su mano derecha por la nuca y vuelve a suspirar. El aire por fortuna aún no es tan pesado como para necesitar una máscara todo el tiempo. Hay secciones donde sí es necesario portarla pero aún se las puede arreglar sin esta.

Contempla la destrucción masiva. Edificios esparcidos por el suelo y letreros luminosos que aún flotan donde deberían estar las edificaciones. Es gracioso ver la publicidad suspendida en el aire a cientos de metros de su lugar de origen. De vez en cuando alguna obra hecha por el hombre se mantiene en pie, especialmente las que tienen siglos de antigüedad. ¿Cómo es posible que semejante talento supere al que existe ahora?

El único punto bueno de todo esto es que el cielo ahora está estrellado. Tanta luz artificial oscureció el manto de la noche por muchísimo tiempo (la ironía es palpable). 

Han pasado treinta segundos. Lo único que ha hecho es respirar con calma y dejar que sus pulmones y pechos se hinchen. Las costillas hacen su función y su vientre también se mueve. 

Sí, lo recuerda todo.

El aire estaba muy empolvado, su armadura estaba muy oxidada. Todo se vino abajo en cuestión de minutos. 

Es por eso que disfruta de momentos de soledad. Le recuerda cuando todos y todo estaba vigilado por inmensos sistemas de seguridad que ni cuando hacías tu aseo personal te soltaban. Era un método muy eficaz de prevención contra crímenes y de lavarte el cerebro para recibir publicidad decente. Nunca conoció una paz similar. 

A ratos duda de que el comandante realmente la haya desconectado. Pero es bueno tener la ilusión de que realmente está sola en este mundo derrumbado. Especialmente cuando tu cuerpo es puro y no ha recibido ningún implante tecnológico. La mayoría de sus compañeros han perdido algo en acción y como su entrenamiento mental es bastante poderoso, les sirven mucho como soldados desechables: les sustituyen lo perdido con piezas mecánicas y tecnológicas que no es diferente a una pieza natural.

Se las ha apañado bastante bien a pesar de la desventaja en la que se encuentra. Lo que la ha ayudado muchísimo son sus finísimos reflejos y rápido pensamiento. Antes de que todo esto se viniera al suelo era artista de distintas disciplinas. Una pena que deba alterar sus enfoques para ahora la supervivencia propia, no la del arte. Y es que el arte era una carrera en decadencia: cada vez más grises todos, cada vez más simplones y menos inteligentes. 

Al final de nada sirvió luchar tanto contra el sistema porque lo que la mantiene viva ahora es el sistema mismo. Es esa tecnología de espías y acoso diario la que le ayuda a mantener el contacto visual del terreno que pise; le alerta de cualquier presencia ajena a la suya y es quien le guía lejos del peligro (pero a veces hacia el peligro). Las dos caras de la moneda, a resumidas cuentas.

Aunque pensándolo bien, tiene algo no natural en su cuerpo. Es un tatuaje en su hombro izquierdo. Es un cuadro con cuadros más pequeños dentro, que a su vez vuelven a tener cuadros más pequeños; una especie de mensaje codificado para los aparatos celulares de hace milenios. Lo ve como una forma de burla al futuro. 

Aunque claro, sabe que no es libre. ¿O lo es porque decide no serlo?

Ve al trabajo, manda a tus hijos a la escuela, sigue la moda, actúa normal, camina en el pavimento, mira televisión, ahorra para tu vejez, obedece a la ley; repite después de mí: Soy libre.

Se ríe con esa frase. Siempre le causó molestias a la gente que se autodenominaba libre y autónoma, depravada de ataduras. Se las decía en la cara cuando era sermoneada por algún loco de la calle sin bañar. 

Se pierde en sus cortos y enigmáticos pensamientos, de cuando la sociedad negra y decadente era la mejor opción. Si toda la población general pudiese haber sido advertida, habrían cambiado. Y realmente habría pasado otra cosa. Pero eso es cosa de una realidad alterna, no de esta visión. Una pena. 

-Han pasado dos minutos.

La voz del comandante se escucha a lo lejos, muy a lo lejos, en su cuello. Parpadea ella y sin apresurarse se coloca de nuevo los auriculares. 

-Gracias.

Sonríe a medias. El comandante en realidad es una inteligencia artificial muy avanzada (posee ciertos rasgos humanos como la compasión y curiosidad). De vez en cuando éste le regala detallitos así. Sabe muy bien que debe consentir a su mejor soldado. Es ella una especie de antorcha y símbolo para el resto de sus compañeros porque es la única aún completa. El tatuaje no cuenta.

Suspira una vez más. Levanta su pesadísimo rifle con las dos manos y echa una miradilla por la lente. El punto de reunión se encuentra cada vez más cerca. Le desagrada tener que ir armada a semejantes eventos pero es lo más seguro: las ruinas de la antigua civilización esconden sobrevivientes o deformidades de la madre Naturaleza. Ninguno de los dos suele ser amable.

Al final, es sólo un día más de existencia. Veinticuatro horas de existencia después de que el mundo se terminó, nada inusual. Ya lo ha aceptado por completo. 

Pasan las horas y está escondida entre los despojos de humanidad. Debería encontrarse con un informante por estos lares más nada sucede. Sus habilidades de ocultación son las más envidiables en estos tiempos. No le importa ensuciarse y sabe cómo piensa el resto de los humanos. Se cubre de lo necesario para no ser detectada. También puede proveer de una pesada guerra psicológica… Si es que se necesitase. 

Más horas pasan. Su postura y su atención no se inmutan.

-Comandante, es la tercera vez esta semana.

-Lo sé.

-Debemos conseguir mejores fuentes.

-Lo haré.

En realidad le alegra que nada suceda. En ocasiones anteriores ha tenido que ejecutar a los informantes para mantener el secreto. Esta vez, ha sido una semana limpia. Sólo misiones de reconocimientos y de cartografía. Todo bonito.

Recoge sus pertenencias varias y procede a retirarse. Al final echa una mirada hacia atrás, curiosa. ¿Realmente no están o los rumores la preceden?

Cuando todo estaba derrumbándose sus habilidades fueron muy útiles para detener avances enemigos y para ganar batallas. Se manchó las manos más de quinientas veces y fue pieza clave en ataques terribles. Es por eso que gusta de momentos de soledad. Recuerda todos y cada uno de los rostros a los que arrebató la vida con plomo. Es por eso que estos días tan simples son tan preciosos. Sólo cierra los ojos y se da cuenta cómo después del fin de los gritos la calma vino.

Espantosa mancha en su línea de tiempo. 

Ya van dos semanas sin ensuciarse de sangre. El último informante se unió a ellos.

Suspira.

Una pena que deba alterar sus enfoques para dedicarse a sobrevivir cada día. Silenciosa como un asesino fantasma se retira para terminar su misión. 

Haz de cuenta que nunca estuvo ahí. 

 --

Inició por inspiración a una canción. Luego me puse a buscar más canciones y terminó mal. No es mi mejor pieza pero me alegro nuevamente alejarme de la fantasía. Quizá escriba de ella de nuevo. La imagen en internet fue después del escrito. 

domingo, 5 de enero de 2014

Ejercicio: Red Christmas





Sus ensangrentados dedos continúan empujando las teclas hacia abajo, obstinados en seguir tocando la melodía. Es un músico entregado.

Está enfermo, muy enfermo. Nadie lo sabe. Se ha negado a compartir la noticia para evitar que su gira sea cancelada y le obliguen a hacerse exámenes médicos. Odia esos aparatos espantosos y metálicos que lo único que hacen es provocarle miedo e incertidumbre. ¿Por qué no pueden ser más sencillos y dulces? La tecnología ha dado enormes pasos. Hablando de tecnología, ¿por qué no han inventado algo para deshacerse del enfermo aroma de los hospitales? El mismísimo olor es el que te enferma, no el mundo.

Con un manotazo arroja todos esos malos pensamientos por la borda y sigue presionando las teclas al ritmo debido. Ya no las toca, las presiona. Le cuesta más energía cuando comienza a toser sangre. Por muy delicadas que sean sus manos, le es difícil entregar la energía para hacerlas trabajar. Algo así como la fricción y empujar algo pesado. Primero parece que necesitas demasiado esfuerzo pero cuando comienza a rodar a tu gusto, necesitas menos esfuerzo. 

Suspira como Dios le da entender y alza la cabeza, levantando su mirada a los reflectores que hacen que su sangre brille de forma tentadora. La gente nunca le cuestionó sus exagerados gestos así que le rinde muy bien hacerlos para disimular sus espasmos y tos violenta. 

Es muy excéntrico y por eso nadie le molesta cuando tiene esos pequeños shows.

La verdad es que es muy humilde pero sabe que está enfermo desde hace tiempo. Y desde hace tiempo adoptó una persona diferente, exagerada, para poder mantener a todos a raya. No necesita que lo detengan cuando vaya a caer. Él quiere caer. Si va a morir, que sea haciendo lo que le gusta y no conectado a una máquina, como hace la mayoría de la población sin siquiera ser consciente de ello. El ciudadano común sólo pasa sus dedos por el teclado, o el control remoto y se queja de todo habido y por haber; pero él no, él dedica sus talentos y conocimientos en molestar a los cordales y pedales para que chillen y trabajen juntos. Cuando esto sucede, el corazón de la gente a sus alrededores se ilumina y sus emociones se vacían. Les hace sus marionetas, sus víctimas.

Con buenas intenciones, claro. Les guía a un momento del día más alegre, más amable. Su meta es que se olviden de todas las tragedias, desastres y suciedades que les rodean. Aunque sea por un momento, un fugaz momento digno de un beso de los ángeles, les quiere brindar paz. Por eso todas las melodías que compone con sus gruesos dedos son alegres, torcidas y llenas de energía. Los envuelve en hermosas mentiras y no en la cruda realidad. A veces se odia a si mismo por semejante treta. Más vale una hiriente verdad que una bella falsedad, ¿no? 

Mira de reojo hacia atrás y todo su público le contempla. Parecen un montón de almas perdidas en el purgatorio, siguiendo a él, hacia la luz. Sonríe y regresa a su elaborada presentación: alza las manos y endereza la espalda. Sólo uno o dos espectadores notan un líquido rojo más se hacen a la idea de que están delirando. 

Después de varias piezas y un minuto de descanso entre ellas se da cuenta que ya no da para más. Le alcanza una última pieza en esta última velada. La idea no le molesta: al contrario, ha logrado adivinar que justo cuando acabe su última interpretación, podrá cerrar los ojos en paz. Es un regalo divino.

Ésta es su composición más fácil de regalar. Se le ocurrió cuando soñó con los ángeles y los querubines. Es una oda a ellos porque le dieron un hermoso descanso. 

Esta obra le saca más de una lágrima al auditorio completo. Incluso los del equipo de sonido que viajan con él y la han oído incontables veces sufren de este detallito. Es su mayor obra. Sobresalta corazones negros y destruye corazones tiernos. Hasta el más rudo de los luchadores aceitosos baja la cabeza cuando la escuchan en vivo. Es una energía, una paz indescriptible. 

Pasan los segundos, los minutos. 

Lentamente el tic tac del reloj empuja a la dueña de la guadaña. Esta entidad siente pena por llevarse algo tan hermoso a sus oscuros reinados. ¿No hay forma de que le pueda dar una segunda oportunidad? ¿Unos días más, unas horas más? ¿Algo de tiempo para despedirse? Aunque sabe que si le preguntara algo como “¿Quieres más tiempo?” le responderían de forma negativa.

Lo admira. Incluso cierra sus ojos y apoya su arma sobre la pared, invisible a todos los ojos mortales. Sólo él le siente cerca y esboza una débil sonrisa. ¿De qué otra forma le puede recibir?

Poco a poco sus sentidos se le escapan de los ensangrentados dedos. Cierra sus ojos, dedicando sus últimos respiros a los últimos segundos de su interpretación. Entrega toda su energía, todas sus emociones, todo su ser. 

El auditorio completo se contagia, lo comprenden, lo entienden. Parecen uno mismo.

Unos empujones más y la pieza ha llegado a su fin. Se pone de pie, empujando el banquito y luego gira hacia el público. Todos de pie, aplaudiendo y gritando por su concierto tan maravilloso. 

Pero un grito de terror los acalla a todos, señalando al pobre intérprete: sangre chorreando de su boca y sus ropas elegantes manchadas del mismo líquido. Sus manos empapadas y una débil sonrisa que denota una despedida sencilla.

Sus piernas flaquean y los gritos de terror y sorpresa gradualmente dejan de escucharse. Da de cara contra el suelo y no hace otro gesto. 

Por fin le entregan la paz que tantas veces regaló. 

--

Esto es un ejercicio. Viene de Writer World.  

Me costó alejarlo de mis fantasías épicas y demás ideas de personajes. Una vez realizado el comienzo, fue más fácil.  Aún así, triste.