miércoles, 27 de agosto de 2014

Azar: The Swan



La lluvia la empapa por completo. Escucha una y otra vez los besos de la tempestad contra su ser. Gota tras gota trata de invadirle el espacio personal y meterse entre los anillos de su armadura de mitral. Afortunadamente la camisa de cuero les evita el paso. Su uniforme de mercenaria experimentada es de una tela resistente pero no del todo impermeable. Es peso adicional.

En tres horas va a anochecer. 

De largas zancadas atraviesa las colinas y las praderas, acercándose a unas ruinas que se alzan y parecen ser la mejor protección ahora. No es que se vaya a enfermar, claro, pero tampoco es muy agradable ir por todos lados escuchando como rechina el agua en tu piel. Sigue su camino por varios minutos y el agua ya no puede mojarla más. Hasta su ropa interior ya ha sido invadida. Demoró mucho en llegar y es porque creyó que había encontrado a su presa. Sucede que anda en una misión de encontrar y apresar. Su objetivo se escapó del castillo del rey y se dio a la fuga fuera de la ciudad. Es un reino poderoso y próspero de humanoides variados que se encuentra más allá de lo que los mapas de Eberron se atreven a mostrar. Ha llegado aquí por azares y portales con la sola intención de expandir la fama de su campaña de mercenarios.

El guante rojo con anillos de plata sigue en su mano izquierda. La cola se ondea con furia luchando contra lo imposible para mantenerse seca. La capucha que le protege la cabeza ha hecho su mejor esfuerzo pero  los cabellos negros están húmedos y se le escurren por el rostro. 

La vegetación es espesa a todo lo largo y ancho del terreno excepto en el camino curveado y natural que lleva hacia la entrada de las ruinas. Ella va creando su propio camino curveado. Si la víctima pasa por la senda ya marcada entonces podrá verle sin problemas. Si la víctima atreve a aventurarse fuera de su sentido común será complicado verle. La mirada de la mercenaria es aguda y su oído es fino pero con la tromba encima será complicado. Hasta al mejor cocinero se le quema la sopa.

La edificación a lo lejos contiene decenas de paredes con ventanas  vacías. Ni un muro está entero y todos muestran daño por el tiempo, la guerra y las tecnologías. Entre los paredones hay torres que alguna vez sirvieron de defensa y son las que se encuentran en mejor estado. Es posible que alguna le dé un albergue temporal. También es posible que su presa se encuentre ahí. 

Por fin llega a los pies de la colina más alta de todas y gruñe. Sus colmillos se muestran relucientes bajo los intensos besos de la lluvia: va a trepar y podría ser vista por el terreno elevado en su contra. Ahí es donde comienzan las rocas que forman el castillo en ruinas. 

Aún más pesadas gotas intentan derrumbarla en su camino cuesta arriba. Con frecuencia la mercenaria se arrodilla, busca huellas en vano y reconoce el terreno. Evalúa su situación y sigue andando. Este proceso lo repite varias veces sin que su mano derecha libere la empuñadora elfica de la espada que cuelga de su cintura. Es un arma fina con pocos encantamientos pero muy útil. Desde lejos parece una sombra que se mueve con la lluvia y está cazando. 

Pasa los montículos de piedra que parecen ser el muro exterior que está reducido a una simple tumba. 

Sus sentidos no capturan otra cosa que no sea el intenso diluvio. Hasta el tacto está asqueado de tanta agua; más se acerca a un posible encuentro, así que el deber gobierna sobre el instinto. Las probabilidades de que la presa tome refugio aquí son bastante altas, considerando que el pueblo más cercano está a días y un par de horas de viaje. Haciendo cálculos del humanoide promedio y la hora en que se le asignó la misión, debe estar en estas mismas ruinas. No será necesario usar fuerza bruta pero está precavida en caso de tener que usarla aunque no podrá dejar marcas obvias. Es un objetivo delicado.

Los muros de piedra y caliza antes fueron orgullosos protectores. Ahora son meros adornos al escenario de cualquier pintor con talento. Desechos a pedazos como si le arrancaras un pedazo a un pan dulce. Ventanas sin cristales y arcos sin puertas. Muy buen sitio para una emboscada, por cierto. Lo nota nuestra mercenaria y se concentra todavía más. Sus enemigos predilectos le han enseñado muchísimos trucos y va a aplicar semejante conocimiento en sus propias habilidades. Está dispuesta a caminar una milla en los zapatos (o pezuñas, garras, tentáculos, patas) para aprender todo lo que debe para cazarle más efectivamente. Son habilidades aprendidas que se desarrollan con el trabajo duro, porque el trabajo duro siempre va a superar al talento.

Da rodeos por el perímetro imaginario que estableció alrededor del fuerte viejo. Sus ojos  de color rojo intenso buscan otra vez pisadas o alguna marca de su presa. Y por fin da con ellas. Se aproxima con sumo cuidado, levantando el pie para dar pisadas pronosticadas e inclina su espalda hacia adelante unos pocos grados, la mano diestra aprieta aún más su hoja ligera. 

Las huellas son pequeñas y recientes. Apenas las está borrando el diluvio. 

Confirma sus sospechas en pocos segundos: se escucha el lloriqueo de su víctima a través del grueso muro con hoyos. Sin pensárselo dos veces pega su espalda a la pared y traza un plan sencillo: hacer una distracción y entrar por alguno de los huecos. 

La mano izquierda se desliza entre sus ropajes y toma un pedazo de papel seco. Lo arruga muy despacio y antes de que se moje por completo lo arroja y al mismo tiempo chasquea los dedos. Sus pequeñísimos poderes demoniacos hacen que la hoja hecha bola se prenda en llamas. Y entonces por primera vez en todo el escrito afloja su mano derecha sólo para apretar de nuevo contra una piedra sobresaliente. En menos de seis segundos trepa el muro de quince pies de alto y en ese mismo momento pega un brinco heroico. 

Aterriza sobre su presa y enseguida le rodea con el brazo derecho. La víctima chilla y maúlla a todo lo que le permiten sus pulmones. Es un gato doméstico muy grande, casi quince kilos. Tiene un nombre raro. El origen del animal es incierto: posible mezcla de gato casero con leopardo del oriente. Lo anormal es que esta especie de felino prefiere quedarse en el calor del hogar y no salir a cazar presas. Lo toma con la mano izquierda y trata de no apretarlo mucho. Pero el minino, terco y feroz, continúa sacudiéndose como pez fuera del agua. La mercenaria se harta y con un movimiento brusco de cabeza se deshace de la capucha, descubriendo su rostro, enseña los colmillos, abre los ojos con chispas llameantes y chilla como demonio salido del averno mismo. 

Sólo entonces el único sonido que le toma todos los sentidos otra vez es la lluvia. 

El animalito se ha asustado. Tanto que no objeta cuando la dama lo introduce en una bolsa de cuero con hoyitos. 

Y entonces la demoniza emprende el camino de vuelta. Y lo primero que va a cobrar es una tina de agua caliente para bañarse.

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Eh, algo diferente: fantasía heroica con un grado de estupidez. En parte me inspiré por este arte de 8-bits.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Ejercicio: Aún quedan incógnitas



La dama le contempla, sorprendida. Siempre imaginó que sería un momento sumamente doloroso y que sería devorada por demonios del abismo. En su lugar hay una figura de semblante tranquilo, dulce. 

Incluso tímido. 

Las alas negras le adornan la espalda y la túnica larguísima le protege todo el cuerpo de sabrá Dios qué. Su capucha le cubre la mitad superior del rostro. Alcanza a distinguir un mentón muy pálido con una dentadura elegante. Del cuello le cuelga un reloj de arena que, fijándose bien, sus granitos suben y bajan a la vez, como dos corrientes enemigas de una misma cascada. La mano derecha está extendida lista para tomarle la suya propia. La izquierda aprieta una hoz larga y afilada. Es ella misma, es la huesuda ligeramente inclinada. ¿Quién más si no?

La chica, sorprendida de su propia blancura, le toma de la mano. Los dedos delgados y sin carne le rodean con cuidado la mano completa. Enorme diferencia de tamaño entre palmas. 

Parece el fin de un lindo sueño. Hay calma, hay paz. No existen el dolor ni los gritos, ni el estrés ni la sociedad. Es un paraíso no terrenal que le permitirá escapar de todo esto. Total, cuando nos toca, nos toca. Pero a pesar de que todo está a su favor hay un par de incógnitas. Entonces la muchacha traga saliva y se suelta del agarre. La figura encapuchada se reincorpora y se sorprende. Por segunda ocasión extiende su mano y la nena niega con la cabeza. Logra balbucear: 

-Primero, unas preguntas.

Nuestro segundo protagonista, muchísimo más alto, se arrodilla sobre la pierna derecha y baja la hoz al suelo. Apoya su brazo derecho sobre la pierna doblada hacia arriba y ladea su cabeza, esperando las inquietudes de la chica. Entonces ella comienza a hablar, comienza a cuestionarle sus motivos y sus tareas. Elabora mil y un preguntas inocentes acerca de su origen, sus frutos y demás preguntas humanas que le hace uno al deceso (y que nunca son respondidas).

Y le responde con mucha serenidad. Le responde que es su deber y que esa tarea se le asignó desde el inicio de los tiempos y que la dará por terminada cuando el tiempo se extinga en el olvido. Le cuenta la verdad: tiene un alma, tiene un corazón. Sólo les guía al otro lado del río, no le arrebata la vida a nadie. De eso se encargan la humanidad y el destino. Le apena mucho llevarse infantes, niños, pubertos, adolescentes, adultos, viejos y ancianos. De todos los colores, sexos y clases sociales. Nunca es una experiencia agradable. Incluso cuando son el peor monstruo jamás concebido, le da algo de culpa. Cree que una segunda oportunidad podría arreglarlos a muchos de ellos. Dicha segunda oportunidad, por desgracia, no las asigna de forma personal. Sólo suceden. No es cosa suya. 

Es entonces que la dama se da cuenta de varias cosas: la más importante, que nadie pinta a nuestro guía de la forma correcta. En algunas culturas se considera enemigo, se considera un oponente a vencer para la medicina. En otras se le trata con veneración y respeto, un estimulante para el desarrollo. En otras culturas incluso le reciben con júbilo y alegría porque descarga a las personas de las penas mundanas y le da la bienvenida junto a sus seres queridos. Hay otros inclusos que se burlan de todo esto argumentado que hay reencarnación y que no existen ni el premio ni el castigo. En realidad sólo es un ángel más, un ángel con un horrendo trabajo. 

También nota que una delgada sonrisa se puede notar debajo de la capucha. Es como si al ser más duro y poderoso del universo le diesen la libertad de ser débil. Es como darle una oportunidad de desahogar las penas que por millones de años has llevado en tu espalda. Cambia la rutina, alegra el alma y el corazón. Es poder contar la verdad. Es que una persona inocente te vea con otros ojos y entonces todo valga la pena. 

Largo silencio.

Después de esta pausa la figura se levanta por completo y por tercera ocasión le extiende la mano. Ahora sí la cogen con aprecio y alegría. Entiende a la perfección a su guía y le suplica perdón en nombre de la infinidad de personas que no comprenden la situación por la que está pasando. La figura sólo asiente, a modo de otorgar perdón.

Y con una sonrisa de paz la muchacha se desvanece para llegar a la eternidad.  

http://theboyofcheese.deviantart.com/art/Soul-Meet-Death-129586327


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Ejercicio de Write World. Es de lo más sencillo que he escrito. Me urge volver a temas más alegres o activos.