jueves, 26 de diciembre de 2013

Ejercicio: fragile broken things





Su espalda desnuda revela sus espantosas cicatrices mentales. Aunque ya ninguna de estas existe, la mayoría de estas las recuerda en sus antebrazos y hombros, la espalda, los pechos, las piernas y su cuello no están exentas de semejantes marcas ficticias: largas líneas de cortes limpios que son anillos a sus extremidades. Lo que sí permanece es un cuerpo trabajado y atlético, flexible y resistente. Su largo cabello negro oculta una frente de más de dos dedos. Detrás de esa piel tan carnosa se encuentra una espiritualidad muy desarrollada, profunda. Pocos humanoides alcanzan semejante grado de madurez. El resto de su ser está entrenado para ser un ente diplomático e intimidante, además de furtivo cazador. Posee un delicado balance entre la gracia y el poder. 

La cabeza gacha indica una postura poco amenazante. 

Es frágil, es débil. Tiene al menos dos días de resurrección. Lo último que recuerda es como fue aniquilada por una momia sacerdotisa, como fue devorada por un cráneo de adamantina y después su alma se entrelazaba con otras miles de almas para asistir a un ritual demoniaco. Y fue una endemoniada criatura quien le sacó de esa ceremonia:

-¡Lady Fhanys!¡Te ordeno que vengas!

No se resistió. 

La demoniza entonces protegió el diamante donde depositó el alma y escapó de una muerte segura.

De ahí más nada. Revive el momento con facilidad: abre sus ojos, extrañada porque ahora la luz le molesta. Sus pulmones se llenan de aire y sus órganos comienzan a funcionar de nuevo. Mil sensaciones similares le corroen todo el cuerpo. El dolor desaparece despacito, despacito. La negrura que la ahogó se ha disipado. Le cuesta varios minutos comprender que vive de nuevo, que no es el paraíso que se merece. Su cuerpo es nuevo. Ninguna de sus marcas (de las cuales se avergonzaba terriblemente) existe ahora. Ignora por el momento si va a seguir vistiendo como lo hacía: conservadora y pura, o ahora podrá presumir de un cuerpo nuevo y bello. 

Sus ojos recorren cada línea visible de su puño derecho. Ese manita es la elegida para hacer componentes somáticos, gestos y para señalamientos. Carece de marcas de dedos rotos y de entrenamiento. Esa misma mano la utilizó sin fin de veces para golpear piedra, adamantina o criaturas fantasmales. Lo único que le cubría era un guante sin dedos de color blanco, hecho de tela. No era mucha protección pero contenía un par de encantamientos mágicos. 

Luego salta a su otra mano con la palma al cielo. Los callos de tanto apretar su espada corta han jamás existido. Esta otra mano es igual de habilidosa pero menos utilizada. Siempre fue más apreciada por su fuerza y su agarre. Quizá de ahora en adelante turne el uso de su arma secundaria, la hoja, para que los tejidos dañados no se repitan tan a menudo. 

Después sigue explorando el resto de su cuerpo con la mirada. Hasta le parece notar que sus pechos han crecido. Pero hace caso omiso a la vanidad y sigue buscando alguna vieja herida, algún rayón que no debería estar; un acto de vandalismo contra su integridad física. 

Nada.

Está limpia. Realmente ha vuelto a nacer en su mejor condición física. 

Sólo tuerce una sonrisa hacia la derecha y se levanta por completo. 

La demoniza que se negó a dejar su nombre (y de la cual sólo recuerda un guante rojo con anillos de plata) le dio una segunda oportunidad. Sabe que su iglesia pagó por ella. No ha vuelto aún a ellos. Debe encontrarse una vez más antes de volver a su fe.

Así que suspira, mira hacia adelante, prepara su andar y comienza a vestirse. 

Pantalones oscuros de tela, su capucha blanca y sus múltiples cinturones, además claro, de botas de viajero. Esta vez la espada corta va colgada detrás de su espalda y no sobre su antebrazo derecho. Una pequeña mochila con provisiones para varios días y se adentra aún más en la neblina, esperando su propia intervención. 

Es a prueba de errores, ellos van a perder. No hay demora, deja que tomen su puntería. La hicieron explotar pero no caerá. Es su intervención.

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Esto es un ejercicio. Viene de Writer World

Me costó más que de costumbre. Me oxido.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Ejercicio: Paladin





Contempla curioso su nueva adquisición. Es una pulsera hecha de florecillas cualquiera (a ser honestos, no sabe siquiera el nombre) que le entregó la infante rescatada hace dos días. Sí, parece ser ella. Realmente ha hecho tantas cosas heroicas sin mirar hacia atrás que en ocasiones olvida los rostros de sus rescatados o beneficiados. 

Haz bien sin mirar a quién.

Claro que semejante frase tiene excepciones o reglas añadidas. Cuando se trata del mal, especialmente. Pero es una guía simple para su estilo de vida. Es un paladín de Torm. Es un hombre bien formado en el arte del combate y la justicia. Ha aprendido maniobras y técnicas de combate nuevas gracias a sus superiores y se ha hecho un cierto renombre gracias a la cruda arma que usa: un enorme martillo de guerra. La mayoría de sus compañeros utilizan espadas y lanzas. No usa escudo, por cierto. Prefiere golpear primero y golpear bien fuerte. 

Como sea, ahora mismo el cielo le ilumina su rostro. Serio, de piel pálida y con unas arrugas en la frente. Su largo cabello oscuro cae hacia los lados cuando no se peina (siempre, entonces). El bigote le crece por debajo de la nariz y se extiende hacia los lados de la boca, a modo de cascada, y termina lejos del mentón para ir hacia la quijada y subir a un lado de las orejas. Parece una vil estrella de rock. De nariz grande, ojos verdes y cejas tupidas. Cuerpo fornido escondido por una enorme armadura negra y protecciones diversas como telas mágicas y una capa con distintos encantamientos. No le da ni frío ni calor. Un guante más grande que el otro porque es el símbolo de su dios. 

Y es que la pulsera de florecillas se la colocaron en su mano derecha, la del guante más prominente.
Se mantiene quieto, contemplando el regalo. La niña  de unos ocho años de edad le mira con una ancha sonrisa, orgullosa de su obra de arte. Orgullosa de haber reunido el coraje para hablarle. Se ve tan serio, tan oscuro, que por un momento dudó si realmente era bueno. El semblante del caballero andante es bastante espeluznante. Con mucha frecuencia se acerca a los malhechores y ellos se confían, creyendo que es uno más, cuando en realidad es más puro y noble que la madre de todos los villanos. 

Es un trabajo difícil. Pero alguien tiene que hacerlo. Y él es el mejor en lo que hace. Forma parte de una élite de soldados endurecidos por la fe y la sociedad. Sabe perfectamente que sólo el ejemplo y las buenas palabras no van a convertir al mundo entero. Sus métodos son tan extraordinarios, que su dios no sólo le da el poder de castigar el mal, sino de castigar al bien y a los indecisos. Tiene permitido mentir, intimidar y disfrazarse. Mas no está libre de obrar vilmente y con violencia innecesaria. Sigue apegado a su fe, después de todo.

Es el mejor en lo que hace. Más de una docena de veces ha ejecutado malévolas mentes maestras porque eran demasiado peligrosas. Mentes demasiado corruptas y torcidas que ningún castigo o sentencia habría sido suficiente. Los termina matando. Prefiere mancharse las manos él que dejar una posibilidad a que la mente malévola se escape y vuelva a hacer de las suyas. No todos sus compañeros le imitan y hasta le insultan cuando hace eso, pero él mejor que nadie sabe lo que tiene que hacer.

Pero como sea, ya para terminar, ahora mismo, sigue admirando su regalito.
No ha dicho cosa alguna en varios segundos. Entonces esboza una ligera sonrisa que es escondida por el bigote y sus ojos brillan. 

El pueblo sigue su andar a sus alrededores. El exterminio que casi sucede es olvidado por todos los hogareños, exceptuando claro, la niña que se pasó toda la noche haciendo el presente. Y antes de que el hombre se fuera de la aldea, lo encontró, le pidió su mano y le abrochó la pulsera en el guante más grande.

Entonces el paladín se arrodilla y rodea a la criatura con un brazo. Le agradece en celestial por brindarle un brillo en este día tan hermoso y después se reincorpora. La nena salta de gusto y luego corre por ahí, a hacer cosas de niñas de esa edad. Nuevamente el hombre sonríe.
Ésta es la mejor recompensa que ha recibido en años de heroísmo y sacrificios. Es mejor que cualquier objeto mágico, cualquier pieza de joyería o cualquier oferta de matrimonio que haya recibido.

Echa a andar con ánimos renovados, haciendo memoria de todos los rostros que le han agradecido anteriormente. No sabe a dónde le llevará su nueva aventura heroica. 

Es el mejor en lo que hace. 

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Esto es un ejercicio. Viene de Writer World

Tengo rato sin escribir. Me disculpo conmigo mismo por la calidad y la falta de chispa. Tengo varias cosas pendientes. ¡A por ellos!