La caja permanece en los restos de la casa quemada, sin ser
tocada.
El oscuro firmamento le acaricia con dulzura y la luna observa
a su más grande admiradora: Diana. Siempre tan bella y de rostro agrio, de
figura atlética y de ánimos encendidos. Presa de la ira y la decepción no es
más que una niñita asustada con enormes poderes. Competente en el combate de
cuerpo a cuerpo y especializada en cazar a sus enemigos con hechizos. Es
difícil escapársele cuando te tiene en mente, así que o quemas todos tus
recursos o te entregas y luchas por una muerte (temporal) digna.
La armadura con diseño estilizado y que evoca a la luna le
protege el cuerpo de heridas y ataques pero no el corazón. Los vivos recuerdos
de la gente que la condenó como hereje siguen presente: el aroma de la carne
quemada con la yerra al rojo vivo recién desprendido de su frente, los rostros agonizantes de los ancianos y por
encima de todo la sangre que salpica y salta sobre las paredes que ahora son la
tumba de los antiguos dominios de Solari. Y luego el antiguo templo que dejó en
llamas como advertencia a todos por igual.
O veneran la luz de la
luna o mueren bajo mi hoja creciente.
Nadie se salva. No le importa si eres negro, blanco,
heterosexual, bisexual, homosexual, bajo, alto, gordo, delgado, rico o pobre.
Si veneras a la luna, ella te va a respetar y proteger. Tan simple como eso. No
le molestaría en lo absoluto que todo Iona se convirtiera de su lado, e incluso
los considera potenciales aliados pero tirarse de cabeza a convencerlos a todos
a la vez es complicado. Quiere expandir su mensaje pero no de forma estúpida.
Y todo comenzó porque su naturaleza curiosa la alejó de
todos. Por motivos que en su momento no comprendía siempre fue más activa de
noche. Hay un consuelo especial en ese disco blanco que flota en la negrura, es
un consuelo especial que no quema ni te ciega. Es diferente a la asquerosa
mancha de color amarilla y a veces de falso blanco que pretende arrancarte los
ojos. La luna es buena como hipnótico y sedante, alivia a los que se han
intoxicado de filosofía.
Durante largos años estudió manuscritos a escondidas después
de que hacer preguntas abiertas diera como resultado castigos y escarnios. En
las bibliotecas de Solari pasó incontables noches bajo una sombra aún más
oscura que la de la luna misma. Siempre temerosa de que fuesen a descubrirla y
le prohibieran la entrada. Pero todo
siempre con el objetivo de que su adoración, la luna, fuese aceptada como un
igual en Solari. Entendía claramente que no podía hacerlos cambiar a todos y
retirar el disco amarillo para introducir el disco blanco así que su meta era
simplemente que aceptaran el disco blanco como un igual. Cerca estuvo de perder
la esperanza cuando un cifrado en el libro más viejo y arrugado de todos le
llamó la atención. Logró interpretar el texto antiquísimo y la metáfora indicaba
un aislado templo dentro del valle del Monte Targón. Atravesando las puertas llegó a
murales casi invisibles, reliquias lunares y lo más especial de todo: una
ornamentada armadura y una hoja creciente.
Su armadura y su hoja creciente. Las adoraciones que porta
con orgullo en cada encuentro contra sus oponentes, las adoraciones que vigila
durante sus descansos mientras duerme.
Con dulce dolor recuerda que regresó corriendo a presentar
sus pruebas a los ancianos. Estaba muy emocionada, segurísima de que por fin
iban a aceptar a la luna como un igual. Nunca iba a pensar que la iban a
recibir con una condena de muerte. Durante el forcejeo para llevar a cabo la
sentencia estúpida e injusta sus lágrimas le inundaron el rostro y el terror
hizo presa de todo su cuerpo: temblaba y lloraba sin parar. Y para burlarse aún
más de ella, calentaron una yerra con forma de media luna y un círculo encima. Lo
calentaron hasta que quedó al rojo vivo, ardiente, y se lo presionaron contra
la frente.
El alarido de dolor de Diana atravesó todas las paredes del
templo Solari. Atravesó todos los corazones podridos que se negaron a aceptarla
y apoyarla. Fue ese mismo grito de
agonía que la hizo entrar en razón. Ira, desesperación. Ya no le interesaba ser
aceptada. ¡No! ¡Quería vivir! Con una súplica a la luna y al cielo pidió
fuerzas para llevar a cabo su nueva misión: predicar la verdadera luz, la luz
que en realidad no es artificial. Con todo su ser deseó ser capaz de sobrevivir
y de marcar camino para las generaciones venideras. Y eso es lo que es ahora. Es
una fuente de luz real que superó a sus captores y los ejecutó uno a uno a
pesar de las súplicas. No había como perdonarlos siquiera. No hay piedad para
los culpables, hay que derribar el sol mentiroso. La cruel luna será la que
traiga el fin y el amanecer nunca más se levantará. Esa misma noche la luz de
la luna fue roja, al igual que su visión. Poco recuerda más allá de la masacre
y la huida.
Volviendo al presente mismo, han pasado años ya. Se ha
topado en muchísimas ocasiones con aliados, enemigos e ignorantes. La suerte a
veces está de un lado y a veces del otro. Es un largo camino que le falta mucho
por ser recorrido. Después de una larga meditación se acerca a los restos de su
casa. Ella misma fue quien inició las brasas para borrar su pasado. Es un
camino que eligió recorrer sola pero apenas ahora se da cuenta que no está sola
del todo: se quemó todo su hogar excepto una cajita de madera. Horas duraron
las intensas llamas clamando el fin de los tiempos y durante horas la cajita
estuvo a salvo; no la vio en su momento y abandonó su pasado. Ahora que viene a
refugiarse de un momento crítico, nota el estuche de madera.
Se acerca con cuidado, pisando cenizas y elementos muertos
de su pasado. Las memorias de su
infancia ardua se desvanecen cuando sus ojos se fijan en la pequeña estructura
que protege su verdadero pasado. Deposita su arma a un lado, se arrodilla y las
manos le tiemblan. Toma con cuidado su nuevo objeto preciado y lo abre. En su
interior se revela una hoja arrancada de un libro viejo. Con velocidad los
recuerdos que importan le invaden el ser y presentan esta hoja como el cifrado
que le permitió iniciar en su búsqueda por la verdad.
Sonríe y después cierra la cajita. La abraza y se queda ahí,
bajo la luz de la luna. Su ardiente fe recupera el color rojo que necesita y
hoy más que nunca está decidida a seguir adelante.
Nadie la va a detener. Ni siquiera el sol mismo.
---
Ejercicio de Write World. Una especie de fanfic. No escribir es malo. Y eso que ando dejando de jugar videojuegos y cartas para dedicarme más a esto (menos mal que tengo trabajo porque si no muero de hambre).