martes, 6 de octubre de 2015

Ejercicio: Ego

Siempre supo que pertenecía a la mar, no a la sociedad.

¿Pero cómo explicarlo? Son unas ganas casi irresistibles de arrojarse a los brazos de su amada y fundirse con ella, de ser un mismo ser, como cuando se hace el amor. El primer problema evidente es que las reglas de la física no funcionan así. No se va a fusionar con la mar por arte de magia (o eso dicta el sentido común). El segundo problema evidente es una muerte segura. Temor al hecho de morir no, temor al hecho de sufrir al morir. Si haces una encuesta la mayoría de la población humana tiene más miedo a sufrir durante su muerte que al hecho en sí: ya sabes, las promesas del más allá según la religión. Gloria, paraíso, guerra sin fin, saciedad y libertad. Todos los dioses prometen algo diferente. Una pena que haya gente que necesite de un dios para ser buena persona; pero déjame te digo que eso no es una buena persona, es una bestia amaestrada.

Su poca acentuada figura camina despacio y cada paso lo da fuerte, sólido. Permite a la arena introducirse entre sus dedos y refugiarse del sol. Los zapatos los dejó allá atrás, al comienzo de la playa. No es como que se los vayan a robar, ¿o sí? Y si se los roban, ni modo. Tiene mucho dinero guardado. Vive en un departamento modesto con ropa sencilla y no posee carro porque vive cerca de su trabajo. Una pena porque no le dejará a nadie su fortuna: ni un familiar cercano le cae bien y tiene cero amigos. Y es posible que sea así toda la vida, es una esclava feliz del sistema dentro de lo que cabe. La empresa la valora porque lo del trabajo es lo del trabajo y los dramas sociales que no tienen son los dramas sociales que no tiene. Una empleada modelo. Entra a la hora que es y con frecuencia sale media hora tarde para arreglar “detalles”. La verdad es que se aburre en su casa y no quiere decir la verdad, claro.

Es una dama muy gris.

En alguna ocasión se habrá atravesado por su cabecita la idea de comprar una motocicleta tosca y andar de ruidosa y malosa por la calle, así muy ruda. Es el único impulso tonto que le ha atravesado el cerebro, y digo atravesado porque es literal: entra por un lado y sale por el otro. Nunca se convence a sí misma a pesar de los chispazos divinos que le llegan del cielo. La idea no es mala; ser libre, manejar por el camino a velocidades deseadas e ignorar el tráfico. Sentir el poder y la gracia de la ingeniería y el diseño del escudo con alas. Alguna vez se atrevió a buscar precios de esas máquinas en el trabajo y le dio pánico pensar que la pudieran estar vigilando. Batalló para dormir por una semana y nunca más revisó el costo de una máquina de esas.

Es una dama muy gris y de colores ocultos.

Sus huellas dejan un largo camino que se reflejan en el cielo celeste, poco a poco naranja en el otro horizonte. No hay nubes en el cielo y la brisa fresca le revolotea los cabellos y la falda amarillo mostaza El saco negro la protege de todo y la blusa blanca se oculta debajo de este primero. Hace horas que salió de su trabajo. Tuerce el cuello hacia la derecha y una ola del mar la saluda. Un vuelvo se da en su corazón y sonríe a la nada, ansiosa de que la mar le hable y puedan entablar una conversación animada. Se acerca despacito a la ola que está a la mitad de su vida y sigue esperando ansiosa. Al final la ola muere en sus pies y un nuevo silencio le inunda los oídos. Parece que hoy tampoco podrá consolarle la mar. ¿Es que acaso ya tiene dueño? ¿O no está interesada en ella del todo? Esto último es muy posible. Quizá la mar salió de una relación larga con otra persona y no tiene deseos de nada. ¿Pero entonces por qué le coquetea a ella, la pobre esclava del sistema?

Nada tiene sentido en esta vida. Sus redondas mejillas se ruborizan un poco a causa del frío y se aprieta más a sí misma ella entera. Tampoco es posible demandar a la mar por darle alas y falsas esperanzas, qué disparate. Hablarle no sirve, ya lo probó. Esperar a que la devore por completo le da un poquito de miedo por lo antes mencionado: sufrir. ¿Y qué responsabilidad tiene la mar de amarle, dirás? Es porque la nena no se ama a sí misma y espera que la mar amándole pueda arreglarla.

Se rinde. Por hoy se rinde. No tiene caso esperar y rogar en silencio que le presten atención cuando el ente del otro lado a ratos ignora tu presencia. Es un sufrir tonto e innecesario, ridículo si quieres. ¿Por qué no acomoda bien sus prioridades? El sol sí la busca, el sol sí la llama y sí le presta atención. ¿Entonces por qué busca a la mar? Seguramente porque es un reto, porque es una complicada como ella. Pareciera ser que gusta lo que no puede tener. Sería el colmo que cuando la mar por fin le haga caso, ella deje de responder. Si algo así fuese posible no nos podremos dar cuenta el día de hoy: la nena le da la espalda a la mar.
Cuando aleja sus pasos para retirarse y regresar a su gris vida, la mar se hace la ofendida y le envía una ola para besarle los pies. Y de forma instantánea la nena voltea con el rostro iluminado, los ojos abiertos y la boca en forma de sonrisa bailarina. Sólo para decepcionarse porque la mar no le mira de vuelta, sólo le dio una probadita de las muchas que le da cuando se debe retirar. Es muy injusto. Tanto que hoy es el último día que le hace eso.

La esclava del sistema feliz aprieta los labios, se sube tantito la falda, abre los brazos y luego echa correr hacia la mar, dando un grito de guerra al más allá. Salta y se tira a los brazos de la mar, quien la acepta con gusto y desdén: la empapa por completo, reconociéndola como su propiedad. Parecen fusionarse por unos segundos, ser un mismo ente ante los ojos de todos los dioses; un sueño hecho realidad, las reglas de la física se sientan y se callan. Luego la mar arroja de vuelta a la nena a la orilla, a salvo. La danza tan curiosa se repite unas tres veces más, siempre terminando con una energética ola que la devuelve a la arena.

La nena hace corajes y se arrastra lejos de ahí. Es la primera vez que tiene un contacto tan íntimo y sensual con la mar, una pena que no le haga caso del todo. Perdió la consciencia por milésimas de segundo. Se siente usada y eso no lo quiere. No es una herramienta que puedas emplear y devolver a la caja para después usarla de nuevo en tres meses. Se arrastra bastantes metros a pesar de los besos contados de la mar.

No, por hoy basta.

Se levanta, se sacude lo más que puede de arena húmeda, le enseña la lengua a la mar a modo de grosería, toma sus zapatos y se retira. Mañana lo intentará de nuevo.

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Ejercico de Write World




miércoles, 23 de septiembre de 2015

Azar: Discover

La voz del otro lado es un infante en pánico. No puede tener más de siete años. El operador, Fernando, escucha con atención sus chillidos. Mantiene la calma: le entrenaron para mantener la calma. Aunque su corazón da mil revuelcos sobre su sitio la voz se mantiene tranquila, segura y audible. Muchas de sus llamadas a la una de la mañana comienzan con pánico y terror para luego llegar a una resolución. Algunas son bromas pesadas o número equivocado. Por desgracia no puede renunciar a las que suenen sospechosas porque las posibilidades son infinitas. Es mejor atender el llamado de diez bromas que ignorar una crisis verdadera (en realidad sólo el 10% de sus llamadas son emergencias de verdad). Es un trabajo complicado y alguien tiene que hacerlo. Siempre fue una persona de la noche y hay pocos trabajos que se adaptan a su horario.

Hay de llamadas a llamadas. En ocasiones anteriores le tocó atender accidentes automovilísticos, violencia familiar o intentos de suicidios. No tiene mucho tiempo trabajando pero es sencillo notar cuando una llamada le va a afectar o no. A veces no duerme en días cuando los gritos de horror y súplicas con llantos taladran sus oídos por medio de los auriculares y las pesadillas. De vez en vez se desahoga con una amiga psicóloga.

-Mi hermana está dormida. ¡Sus muñecas sangran! ¡Está dormida y no despierta! ¿Por qué no despierta?

Es entonces que Fernando completo se sacude. Maldice en su interior cuando escucha que sus padres no están en casa. Consigue rastrear el origen de la llamada por medio de software especializado y sigue dialogando con el niño. Mientras le pide que le revise el pulso manda una ambulancia y una patrulla de policía a las coordenadas necesarias por medio de otro software. Masculla entre dientes a todos los ángeles y dioses que lleguen ya.

-Hazme un favor, ¿sí? Pon tu manita en su nariz y boca y dime si sientes aire.

Logra articular el operador. Cada palabra le costó una enorme voluntad y sanidad escupirla con total calma y control. Si el niño lo escucha alterarse sólo va a empeorar las cosas. El pequeño, de nombre Alan, le responde que no siente nada. También le hace el comentario de que los labios de su hermana están azules.

-Toma toallas y enrédalas en sus muñecas. Haz presión. Puedes hacerlo por mí, ¿verdad?

Pero el niño le comenta otra cosa. Le comenta que ella se ve tan fría y sola en la tina de baño. Y antes de que Fernando le pueda preguntar por las  toallas Alan suelta el teléfono, lo deja caer y corre. Eso lo nota el operador porque el ruido de un aparato telefónico estrellarse contra el piso y los pasos alejarse lo ha escuchado infinidad de veces. Entonces escucha más ruidos, esta vez del niño regresando y murmurando. Escucha, muy ligeramente, como salpica algo. Hasta parece que en realidad fue su imaginación.

-Así no vas a tener frío, hermanita.

¿Has escuchado cuando tiendes tu cama? Algo así parecido escuchó. Es el aire rasgado por una sábana cuando esta baila antes de aterrizar sobre el colchón. Especialmente cuando es una sábana o edredón pesado, de esos de invierno.

Le pide a gritos al teléfono y al cielo que responda. Espera lo peor: que el niño se ilumine de forma divina y quiera seguir a su hermana, que haya encontrado la herramienta filosa que fue utilizada y tenga curiosidad por ver qué es. Durante varios minutos se desgarra la garganta y luego se ahoga a susurros. Varios de sus compañeros se asoman por encima de los muros cortos, preocupados. Algunos aguantan la respiración. Otros se concentran en sus propias llamadas: tienen sus propios problemas.

El cubículo oscuro rodea a Fernando y las luces parpadeantes de su computadora no lo pueden reconfortar.

Es entonces que el operador escucha pasos mucho más sonoros y pesados, como de botas, a lo lejos. Son rápidos, muy rápidos pero por algún motivo se detienen súbitamente. Es entonces que el operador escucha maldiciones y de cómo toman el teléfono. Nuevamente grita y escucha una voz femenina del otro lado.

-¿Con quién hablo?

Le dice una voz angelical.

-Fernando, operador del número de emergencias. ¿Qué pasó con el niño?

La chica voluntaria, Lucía, no responde de inmediato. Suena un gemido cortado de aire y Fernando se pasa ambas manos por la cara, presa de la desesperación. ¿El niño habrá seguido a su hermana? ¿A tan temprana edad pudo comprender lo sucedido?

-Está dormido a lado de la víctima. Envolvió a los dos con una sábana y está bañado en su sangre. La está abrazando muy fuerte, como si tuviera frío.

Fernando se parte en mil pedazos. La inocencia de la criatura lo ha conmovido de una manera increíble. Hay de llamadas a llamadas pero ésta es muy especial. ¿Cómo se le ocurre a la gente lastimar a los que están a su alrededor así?

-Lo siento, chico, no pudimos llegar antes.

Y Lucía, sabia a la situación, cuelga.


Fernando llora particularmente fuerte esa noche. 

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Azar basado en un thread de 4chan. 

lunes, 20 de julio de 2015

Ejercicio: Phenomenal



Todo comienza sin sentido. Terribles y espantosos fantasmas se apoderan de su capilla en una espantosa noche para tener una maldición. En estos tiempos modernos, ¿quién cree en espíritus? Muchas cosas tienen explicaciones lógicas como reflejos en las ventanas, alucinaciones, frecuencias de infrasonidos y trucos publicitarios. ¿Cómo va a ser posible que entonces le estén rodeando espíritus furiosos y llenos de rabia? Se encuentra en medio de la ermita, siendo el ojo del huracán, presa de espectros desenfrenados y sin sentido. Físicamente no le están haciendo daño pero pareciera que le succionan su fe y su calor. O eso cree porque es una sensación desconocida, claro. ¡Nunca antes se había encontrado con fantasmas! Escuchó rumores de poca confianza y que algún pobre ladrón había sido espantado. 

Agonizando, con mano temblorosa y labios heladísimos, se aferra a su rosario que cuelga del cuello y murmura el comienzo de una oración que dedica a Él. Y entonces todo cesa. Los fantasmas se congelan en el tiempo y el sacerdote logra recuperar su aliento despacito, muy despacito. Aterrorizado, horrorizado, echa a andar hacia la salida sin liberar la cruz que aprieta con suma fuerza y fe. Se tambalea e incluso tropieza pero la mano derecha no se afloja. Se escabulle entre las bancas y justo cuando cruza el marco de la puerta que empujó desenfrenadamente, se atreve a mirar hacia atrás.

Los espíritus le contemplan con tristeza, preocupados por su descanso eterno. Ya no están suspendidos en la realidad, están acercándose a él con suavidad, arrepentidos. El cura comprende por intervención divina que no se les ha concedido el descanso eterno. La carne es débil y él no cesa de temblar y tiritar los dientes. ¡Es anormal! Esto no debería estar pasando. 

Uno de los espectros, el más delgado y pequeño de todos, se adelanta. Entonces toma forma de una niña con un enorme velo que le cubre la cabeza y llega hasta la cintura. Es el vivo retrato de una de las pequeñitas que vino a misa muchísimas veces. La pobre muchachita enfermó y rezó y rezó pero Él no pudo salvarla. Hay cosas que Él no puede lograr. El rescate de esta menor fue una de esas cosas. 

La capilla entonces comienza a rebotar y rebotar el eco de la voz del sacerdote. Da el saludo inicial y de inmediato pasa al acto penitencial, donde pide humildemente el perdón de Él por todas sus faltas y la de todos sus asistentes. Todos los espíritus, ahora con rostros familiares, agachan la cabeza. Todos llevan velos y hay ancianos, señoras, niños y jovencitas. No reconoce todas las caras pero asume que venían a celebrar misa en esta capilla. A pesar de que es un templo humilde es popular y cuenta con por lo menos tres sacerdotes más. 

Hay bancas largas a la izquierda y a la derecha. El centro está libre y los muebles delimitan un pasillo que dirige al altar. Por su reducido espacio no cuenta con confesionario adentro. Los viacrucis están muy cerca entre sí y es lo único que adornan las despintadas paredes de piedra además de los ventanales con barrotes. Hay una fuente bautismal de mármol, un sagrario sencillo y la puerta principal. Lo más importante es el libro abierto sobre el altar, de donde el cura está tomando toda su inspiración para poder repartirla al resto de los presentes en la misa. Es una capilla sumamente pequeña. 

La escena es muy bonita: espíritus no chocarreros sentados entre los bancos, escuchando palabra por palabra la voz del sacerdote. El velo cubre a todos y cada uno de los espectros tranquilizados y eso los colma de paz y serenidad. Se hace la gloria. Los espectros hablan con suavidad y susurrando en un tono completamente unísono, haciendo que el templo parezca más ruidoso de lo que realmente es. 

Sigue la oración colecta, y la liturgia de la palabra: primera lectura, salmo, segunda lectura, evangelio y homilía. Aquí es cuando se torna complicado. La homilía suele hablarse para evitar que la gente vuelva a caer en el pecado, para pedir el diezmo o para solicitar ayuda a la comunidad con algún tema en particular. Más el cura apuesta a dar una misa normal, como si todos estuvieran vivitos y coleando para volver a venir la próxima semana. Y eso es lo correcto porque los fantasmas se sienten respetados y queridos. Sigue el credo y la oración de los fieles.

Salta a la liturgia de la eucaristía: presentación de ofrendas, prefacio, epíclesis, consagración, aclamación, intercesión, doxología y el Padre Nuestro. Cuando toca la comunión, usa la misma hostia para todos. El pedazo de pan sin levadura no sufre daño alguno y tampoco pareciera que estuviera recibiendo fluidos astrales o de otro plano. 

Al final, los ritos de despedida. Bendición y despedida con envío. Entonces, una a una de las almas condenadas se desliza de su lugar en la banca, llega al pasillo y sale caminando por debajo del marco de la puerta. Cada vez que dan un paso al exterior se elevan unos centímetros y continúan caminando hacia arriba, como subiendo una escalera hacia el cielo. El sacerdote cuenta veinte almas que han encontrado la salvación. Brillan en la negrura de la noche y después de varios minutos se pierden entre las estrellas, las cuales brillan con mayor intensidad que hace una hora. 

Lo único que lamenta es no haber comprobado o desmentido el mito de la puerta hacia el cielo pero al menos ya sabe que le tocará subir unas larguísimas escaleras cuando le llegue su hora.

http://andersartigkeit.deviantart.com/art/Church-Of-Ghosts-530704245


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Ejercicio de Write World. Algo diferente.

martes, 16 de junio de 2015

Ejercicio: Where do we begin

El susurro le llega a sus oídos y le obliga a levantar la cabeza. Sus dorados cabellos ondean con gracia y el paraíso se altera sólo un poquito. Es una oración poco usual. Es una oración que se le hace a los muertos pero la voz la dedica a una persona viva. Parpadea un par de veces y sus pestañas también ondean de una forma muy elegante. Sus tupidas cejas se arquean y su rostro muestra una mueca de curiosidad. La belleza es divina y fuera de nuestra lógica.

Los dioses no son curiosos. Los dioses lo saben todo. Pero ahora mismo no es así, no con ella.

Procede a aparecer frente al mortal que la llama. Así sin esfuerzo y sin problema con sus pensamientos distorsiona la realidad y todo se mueve de lugar para que ella no tenga que desplazarse ni un paso. Con su imponente figura y radiante hermosura detiene todo a su alrededor: el cantar de las aves, el viento murmurante y el río de sangre que emana de su mortal.

-Campeón mío. Veo que has obrado bien. ¿En qué te puedo servir?

Ella habla con dulzura y se inclina ligeramente hacia el cuerpo refugiado detrás de una montaña de cadáveres. La respiración agitada del héroe de guerra se acelera otro poco; ninguna palabra escapa de sus labios. La diosa adivina sus intenciones y acerca su mano derecha hacia el rostro ajeno para darle la bendición de continuar con su vida.

Adivina mal.

El herido le detiene la mano y después la baja. La diosa, incrédula, lo intenta de nuevo: tomar al héroe de guerra pero ahora con las dos manos. Y el terco humano vuelve a detenerla, ahora con más dificultad que antes. Levantar sus brazos le ha costado un esfuerzo enorme, como si cargara con las tres espadas más pesadas de todo el reino.

El ente celestial se reincorpora y posa sus puños sobre sus caderas en pose desafiante. Aprieta los labios y ladea la cabeza hacia la izquierda. ¿Por qué habría de llamarle uno de sus campeones favoritos? Él es quien ha purgado la superficie de muchos enemigos del inframundo. Él es quien ha movido masas a su favor y ha generado fama, milagros y ha unido nuevos seguidores a su causa justa y recta. Incluso le parece un caballero muy atractivo. Una pena que no sea un dios.

He aquí un secreto que nadie sabe: ser una deidad no es tan sencillo como la gente pudiera imaginar. Todos tus creyentes esperan que les resuelvas la vida a base de plegarias. Pocos son los que predican con el ejemplo, como el héroe aquí herido, y aún menos son los que llegan a la santidad. Estar escuchando oraciones repetitivas una y otra vez que piden dinero, buenas cosechas y el amor eterno llega a cansar (aunque valora más las oraciones altruistas). No accede a todas ellas, claro. Algunas son ridículas y están muy lejos del dogma que predica, pero no puede castigarles por ello. A esto sin sumarle la cantidad de conjuros mágicos, milagros y apariciones que debe cumplir de forma diaria. El tiempo que más disfruta es cuando la mayoría de la población está dormida: entre las dos de la mañana y las tres de la mañana. Ahí es cuando recuerda por qué llegó a la divinidad: para salvar a cuantos sea posible.

-Mi diosa.

Tose sangre el campeón maltrecho. Se cubre la boca y después baja la mirada, avergonzado de tener el rostro sucio con tanta sangre que se escapó de entre sus dedos. Normalmente su mano debería estar cubierta con un guantelete de metal pero este está destrozado por la mitad y sólo le cuelgan tiras de cuero. La otra mano está bien protegida. Su armadura de placas le ha protegido de la mayoría de los ataques más hay uno en particular que se deslizó con suma destreza entre sus protecciones y se clavó por en medio de dos de sus costillas. De hecho, la hoja de la lanza ahí está; el asta yace rota a unos metros de distancia. No la ha removido para detener la hemorragia y extender su vida un tiempo indeterminado. Sus cabellos salvajes ya no revolotean porque la diosa ha parado el tiempo a su alrededor. Su barba sin afeitar no va a crecer más.

Sólo ellos dos respiran.

-Le he llamado porque deseo morir en paz.

Esta es una petición inusual. Cuando desean suicidarse no acuden a ella: al contrario, buscan algún otro dios que no condene la debilidad y la cobardía. Es ella quien da los honores más altos a quienes muestran valor y osadía en el combate y el diario vivir. Es quien anima a la madre viuda a seguir luchando por sus criaturas. Es quien anima al enfermo a no sucumbir ante una enfermedad sin cura. Es quien posiblemente te anime a levantar el rostro cada día a pesar de las adversidades. ¿Entonces por qué?

-Verá, mi diosa.

Susurra el mortal y echa su cabeza hacia atrás después de escuchar el silencio. Le cuesta respirar. Traga más sangre suya y sólo entonces nota la mano de su diosa atravesando su pecho. No duele en lo absoluto y después una aguda angustia le agobia la tráquea. La diosa retira su mano sin dejar marcas de su intervención y entonces ya no le cuesta respirar al mortal. Duele pero ya puede inhalar y exhalar con tranquilidad.

-Sé que puede curar mis heridas. De eso no hay duda. Sólo pretendo morir con tranquilidad, sin sufrir más de ser posible.

La diosa dobla sus piernas para tocar el suelo con su elegante trasero y luego abraza sus rodillas sin quitarle los ojos de encima a tan interesante caballero. De esta forma parece una chiquilla a la que le están explicando una complicada lección de teología. Todo a su alrededor sigue brillando con alegría y pareciera que el campo de guerra no existe. Pareciera que no hay centenares de cadáveres de aliados y enemigos (incluso pareciera que todos están completos). Pareciera que el olor a pólvora y magia se disipó de forma natural. Pareciera que ÉL no es el único sobreviviente.

-¿Puedo saber al menos por qué?

Es entonces que el mortal cierra sus ojos y un par de lágrimas cristalinas escapan de su prisión.

-No puedo más.

Gime tristemente y comienza a relatar parte de su torcido pasado. Un pecador espantoso y terrible. Un monstruo más horripilante que los que se enfrentó hasta hoy en día. Tan cruel, tan despiadado, que incluso los más altos poderes malignos le ofrecieron convertirse en demonio. Y justo cuando iba a transformarse en la peor criatura jamás imaginada por la raza humana, se echó para atrás. Se dio cuenta que su alma ya no valía y que iba a pasar la eternidad atormentando inocentes. El repentino cambio de corazón sucedió cuando tuvo visiones en sus pesadillas: él se iba a atormentar y castigar a si mismo. Y lo iba a disfrutar.

Los árboles secos se mantienen congelados en el tiempo y los animales salvajes guardan silencio. El horizonte se extiende en un atardecer rojo y no hay ninguna nube en el cielo o el suelo. El sol comienza a esconderse dado que ya cumplió su rutina. La luna espera impaciente su turno. Las montañas a lo lejos desaparecen detrás de las máquinas de asedio rotas y destrozadas. Incluso las fortificaciones improvisadas han caído sin mucho pesar. Ahí, en medio de la escena digna de un poema, la diosa consuela con cariños al mortal. Su mano derecha se pasa una y otra vez por las mejillas ajenas, reconfortándolo, limpiándole de lágrimas. Esa historia de redención se la sabe muy bien ella. De hecho, fue una apuesta entre dioses para ver si realmente había cambiado. Y la perdió. Su campeón más renombrado y poderoso es él, de quien no esperaba nada. Más lo escucha con atención, curiosa. ¿Es posible entonces que los humanos puedan revertir su egoísmo impuesto por los otros dioses de la creación?

-Ya no puedo dormir. Sólo descanso cuando arrebato la vida a sus enemigos. Cuando les… arranco su último aliento es cuando puedo reposar. Y esa no es forma de vivir, ¿verdad?

La diosa asiente y lo comprende. Él ha tenido pesadillas que ni ella misma puede controlar. Son todos los errores de su pasado que lo atormentan y lo torturan, que lo linchan y lo acosan. Es él mismo quien se castiga sin piedad. Es una enorme nube negra que se arrastra por encima de la tierra que tanto protege y hace sagrada. Semejante poder sólo es posible por los pecados humanos. Ni siquiera los dioses de esta realidad son capaces de detener a quienes los crearon. Él sólo se debe creer capaz de la salvación eterna.

-¿Comprendes qué consecuencias tendrá esto?

Cuestiona la diosa.

-Comprendo. Hay mejores servidores que yo y ellos podrán seguir guiando a nuestra gente.

Responde el mortal ya más tranquilo. El dolor de su garganta ya no es tan molesto y la diosa le ha escuchado sin juzgarlo y sin ridiculizarlo por su supuesta cobardía. Y es que por un pequeño momento en el que el medio te domine, no puedes borrar todo lo que has levantado anteriormente. Templos, ejércitos, oraciones, grupos de ayuda, calidad de vida y muchas cosas. Incluso nadie de su gente se atravería decirle algo. Más él no quiere que se enteren de todo esto. ¿Qué pasaría si supieran que su más grande inspiración fue alguna vez precisamente contra lo que pelean hoy? Crueldad, maldad, egoísmo, depravación, perversión, vileza.

-De acuerdo. ¿Estás listo?

Cuestiona nuevamente la diosa.

El mortal asiente suavemente y la criatura divina se inclina sobre él. Besa la frente mortal con sus carnosos labios y aquél pobre hombre por fin da un último respiro de alivio. Su mano derecha posa sobre su pecho y una sonrisa que hizo su danza final jamás se va a borrar.

Descansa, caballero. Te has salvado.

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Ejercicio de Daily Story Seed.

lunes, 4 de mayo de 2015

Shadow on the Sun

-Lo siento, ¿sería tan amable de repetir lo que dijo?

Las bocinas suenan.

El autómata lo escuchó perfectamente pero no lo ha podido procesar bien. A pesar de que su mente hecha con circuitos, protocolos y algo de sentimientos falsos ya entendió la instrucción, le cuesta pensar en cómo llevarla a cabo. No asimila tan rápido como un humano porque tiene algoritmos más limitados y encima siguen alineamientos muy complicados. Se prepara en silencio para escuchar de nuevo.

-Que te esfumes. Piérdete, ya conseguí un modelo nuevo y no voy a meterte a reciclaje. Es un proceso muy largo y tonto. ¡Sólo esfúmate!

El autómata camina hacia donde se encuentra su estación de servicio y comienza a tomar cables, ya sabes, los suyos, para poder alimentarse de energía y mantenerse en funcionamiento. Es entonces que su dueño, ahora una persona sin rostro, le da un manotazo.

-Eso sigue siendo mío. ¡Lárgate ya!

Entonces el autómata se hace presa del terror. Le queda un diez por ciento de energía. Debe proteger su propia existencia, claro, pero sin hacerle daño a un humano. Las probabilidades de que el humano le vuelva a agredir son superiores al noventa por ciento; y debe preservar su propia existencia pero no a cambio de la seguridad de un humano. Es un riesgo muy alto y no puede defenderse ante eso. Así que está condenado a hacerle caso.

Se acerca a la puerta y el pequeño perro de raza Corgi Galés trata de detenerlo con sus patas más el autómata le rasca las orejas, desarma al pobre animalito con ese gesto y sale por la puerta.

El cielo está gris y las nubles miran feo a todo el mundo. Amenazar con escupir a todo ser viviente o pensante que esté paseándose ahora mismo. Y exactamente eso es lo que hacen sin una advertencia para el autómata expulsado de su hogar: una gota de lluvia se estrella contra su lente izquierda y nuevamente la conglomeración de circuitos, protocolos y algo de sentimientos falsos, depositado todo en un caparazón a prueba de agua, echa a correr, buscando refugio.

Un vagabundo le llama su atención. Bueno, tres. Se encuentran bajo un puente y está apartado de los humanos.

Son tres diablos sin alma que están rebosantes de grasa, orín, vómito y alcohol. Dos de ellos incluso son peleadores callejeros y luchan volteando a ver sus pertenencias cada tres golpes. Ellos se encuentran alrededor de un tambo de metal vacío que expulsa llamas artificiales. Aún en tiempos tan avanzados donde es posible recrear tejido humano para parchar heridas grandes, algo tan simple como la riqueza justa y equitativa, brilla por su ausencia. El único que no combate contra enfermos aún conserva sus dientes y es el que mejor cara tiene. Posiblemente tenga poco tiempo siendo un don nadie. La sola idea de cómo se pueden dar la espalda entre ellos ahora le pesa (siempre leía algunos foros de humanos para pasar el rato en su modo de hibernación). Su único y último dueño fue una persona común y corriente, de clase media. Se enteró por mera casualidad que lo ascendieron y fue entonces que el dinero y el poder lo empezaron a partir por la mitad. Se volvió más prepotente, dejó de decirle "por favor" y "gracias" y colgó muchos teléfonos sin despedirse.

Ahora les tiene miedo.

¿Cómo es posible que se vuelvan tan ciegos al recibir más créditos por horas de vida? Porque no están trabajando por créditos realmente, están regalando horas de vida que nunca más van a recuperar y a eso hay que sumarle los que por hacer nada ganan más que una docena de ellos juntos. La economía se está alzando, eso está claro, nada que ver con las depresiones del país más militar y próspero de hace unas décadas.

-¿Pero a qué costo?

Susurra el autómata y los tres vagabundos lo miran, absortos. Ni un robot puede hablar solo. No les es posible, necesitan una última instrucción o un comando exterior. Los conocen muy bien. Más de un autómata los ha sacado a golpes de los bares y las colonias privadas. Casi los pueden llamar compañeros de la vida, excepto por sus dueños tan tontos. ¿Quién no querría ser amigo de un ciudadano del mundo?

Es una forma curiosa en la que este autómata está procesando su abandono. No se ha vuelto loco, no ha roto las leyes ni ha tratado de encontrar lagunas mentales. Aún cree firmemente en la ley acerca de su inteligencia artificial: Todos los robotsdotados de razónhumanacomparable yconciencia debencomportarse fraternalmente losunos a los otrosen un espíritu dehermandad. Pero esa misma ley es irónica porque aun así hay un código penal para tratar a los autómatas como criminales si la situación se llegase a presentar. Es una especie de respaldo, una precaución que tal vez sea necesaria en un futuro no muy lejano.

El miedo es un arma poderosa, es un aliado increíble y es un terrible consejero. Este último es quien alienta a los mendigos: agarran basura para atacar al autómata. Le arrojan botellas, mierda, carritos de supermercado y un par de uñas.

Nunca, nunca se ha escuchado la noticia en la vida real de un autómata que se haya librado del yugo de los humanos; en la ciencia ficción y las películas sucede muy a menudo y todas estas obras se anuncian siendo la única en su género en hacerlo. ¡Pero no vaya a ser! ¿Qué pasa si este es el primero? ¡Serían unos héroes! No más comer de la basura, no más andarse peleando por las cobijas ni dormir con una navaja bajo la piedra. Serían personas dignas, reconocidas y populares. Incluso el más sano de los tres podría abrir su negocio de nuevo y encontrarse con su familia.

Pero el destino no funciona así. El destino impulsa al autómata a escapar y eso es lo que hace: salta hacia la lluvia y escapa de los sueños torcidos de los tres diablos. Entonces, su tercer paso en el quinto cuadrante de la ciudad, flaquea y tropieza el cuerpo entero. Justo entonces cruzaba un puente que comunica el quinto con el cuarto cuadrante. Es un puente encima del río artificial donde se liberan (de forma ilegal y procesada) la mayoría de los desechos tóxicos. Es el peor sector de la ciudad.

Le queda un por ciento de energía.

Hay un protocolo que está por encima de todos los demás (pero no las leyes): conservar su programación. Esto obliga al autómata a hacerse ovillo, hundirse en al agua y a apagar todas sus funciones. Es una especie de hibernación más cruel. Está consciente de lo que sucede afuera. Es una fatalidad aún peor que la muerte: suicidarse no es opción y la muerte no vendrá por este autómata. Está inmovilizado, contenido dentro de sí mismo, con la imposibilidad de comunicarse y es altamente improbable que se le rescate de esta situación. Ese un por ciento de energía le permitirá mantener sus circuitos, protocolos y algo de sentimientos falsos en perfecta armonía. Su modelo está diseñado especialmente para que ese un por ciento de energía se recicle consigo mismo y nunca pierda los datos.

Ni siquiera puede gritar en agonía.

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Ejercicio de Write World.