martes, 6 de octubre de 2015

Ejercicio: Ego

Siempre supo que pertenecía a la mar, no a la sociedad.

¿Pero cómo explicarlo? Son unas ganas casi irresistibles de arrojarse a los brazos de su amada y fundirse con ella, de ser un mismo ser, como cuando se hace el amor. El primer problema evidente es que las reglas de la física no funcionan así. No se va a fusionar con la mar por arte de magia (o eso dicta el sentido común). El segundo problema evidente es una muerte segura. Temor al hecho de morir no, temor al hecho de sufrir al morir. Si haces una encuesta la mayoría de la población humana tiene más miedo a sufrir durante su muerte que al hecho en sí: ya sabes, las promesas del más allá según la religión. Gloria, paraíso, guerra sin fin, saciedad y libertad. Todos los dioses prometen algo diferente. Una pena que haya gente que necesite de un dios para ser buena persona; pero déjame te digo que eso no es una buena persona, es una bestia amaestrada.

Su poca acentuada figura camina despacio y cada paso lo da fuerte, sólido. Permite a la arena introducirse entre sus dedos y refugiarse del sol. Los zapatos los dejó allá atrás, al comienzo de la playa. No es como que se los vayan a robar, ¿o sí? Y si se los roban, ni modo. Tiene mucho dinero guardado. Vive en un departamento modesto con ropa sencilla y no posee carro porque vive cerca de su trabajo. Una pena porque no le dejará a nadie su fortuna: ni un familiar cercano le cae bien y tiene cero amigos. Y es posible que sea así toda la vida, es una esclava feliz del sistema dentro de lo que cabe. La empresa la valora porque lo del trabajo es lo del trabajo y los dramas sociales que no tienen son los dramas sociales que no tiene. Una empleada modelo. Entra a la hora que es y con frecuencia sale media hora tarde para arreglar “detalles”. La verdad es que se aburre en su casa y no quiere decir la verdad, claro.

Es una dama muy gris.

En alguna ocasión se habrá atravesado por su cabecita la idea de comprar una motocicleta tosca y andar de ruidosa y malosa por la calle, así muy ruda. Es el único impulso tonto que le ha atravesado el cerebro, y digo atravesado porque es literal: entra por un lado y sale por el otro. Nunca se convence a sí misma a pesar de los chispazos divinos que le llegan del cielo. La idea no es mala; ser libre, manejar por el camino a velocidades deseadas e ignorar el tráfico. Sentir el poder y la gracia de la ingeniería y el diseño del escudo con alas. Alguna vez se atrevió a buscar precios de esas máquinas en el trabajo y le dio pánico pensar que la pudieran estar vigilando. Batalló para dormir por una semana y nunca más revisó el costo de una máquina de esas.

Es una dama muy gris y de colores ocultos.

Sus huellas dejan un largo camino que se reflejan en el cielo celeste, poco a poco naranja en el otro horizonte. No hay nubes en el cielo y la brisa fresca le revolotea los cabellos y la falda amarillo mostaza El saco negro la protege de todo y la blusa blanca se oculta debajo de este primero. Hace horas que salió de su trabajo. Tuerce el cuello hacia la derecha y una ola del mar la saluda. Un vuelvo se da en su corazón y sonríe a la nada, ansiosa de que la mar le hable y puedan entablar una conversación animada. Se acerca despacito a la ola que está a la mitad de su vida y sigue esperando ansiosa. Al final la ola muere en sus pies y un nuevo silencio le inunda los oídos. Parece que hoy tampoco podrá consolarle la mar. ¿Es que acaso ya tiene dueño? ¿O no está interesada en ella del todo? Esto último es muy posible. Quizá la mar salió de una relación larga con otra persona y no tiene deseos de nada. ¿Pero entonces por qué le coquetea a ella, la pobre esclava del sistema?

Nada tiene sentido en esta vida. Sus redondas mejillas se ruborizan un poco a causa del frío y se aprieta más a sí misma ella entera. Tampoco es posible demandar a la mar por darle alas y falsas esperanzas, qué disparate. Hablarle no sirve, ya lo probó. Esperar a que la devore por completo le da un poquito de miedo por lo antes mencionado: sufrir. ¿Y qué responsabilidad tiene la mar de amarle, dirás? Es porque la nena no se ama a sí misma y espera que la mar amándole pueda arreglarla.

Se rinde. Por hoy se rinde. No tiene caso esperar y rogar en silencio que le presten atención cuando el ente del otro lado a ratos ignora tu presencia. Es un sufrir tonto e innecesario, ridículo si quieres. ¿Por qué no acomoda bien sus prioridades? El sol sí la busca, el sol sí la llama y sí le presta atención. ¿Entonces por qué busca a la mar? Seguramente porque es un reto, porque es una complicada como ella. Pareciera ser que gusta lo que no puede tener. Sería el colmo que cuando la mar por fin le haga caso, ella deje de responder. Si algo así fuese posible no nos podremos dar cuenta el día de hoy: la nena le da la espalda a la mar.
Cuando aleja sus pasos para retirarse y regresar a su gris vida, la mar se hace la ofendida y le envía una ola para besarle los pies. Y de forma instantánea la nena voltea con el rostro iluminado, los ojos abiertos y la boca en forma de sonrisa bailarina. Sólo para decepcionarse porque la mar no le mira de vuelta, sólo le dio una probadita de las muchas que le da cuando se debe retirar. Es muy injusto. Tanto que hoy es el último día que le hace eso.

La esclava del sistema feliz aprieta los labios, se sube tantito la falda, abre los brazos y luego echa correr hacia la mar, dando un grito de guerra al más allá. Salta y se tira a los brazos de la mar, quien la acepta con gusto y desdén: la empapa por completo, reconociéndola como su propiedad. Parecen fusionarse por unos segundos, ser un mismo ente ante los ojos de todos los dioses; un sueño hecho realidad, las reglas de la física se sientan y se callan. Luego la mar arroja de vuelta a la nena a la orilla, a salvo. La danza tan curiosa se repite unas tres veces más, siempre terminando con una energética ola que la devuelve a la arena.

La nena hace corajes y se arrastra lejos de ahí. Es la primera vez que tiene un contacto tan íntimo y sensual con la mar, una pena que no le haga caso del todo. Perdió la consciencia por milésimas de segundo. Se siente usada y eso no lo quiere. No es una herramienta que puedas emplear y devolver a la caja para después usarla de nuevo en tres meses. Se arrastra bastantes metros a pesar de los besos contados de la mar.

No, por hoy basta.

Se levanta, se sacude lo más que puede de arena húmeda, le enseña la lengua a la mar a modo de grosería, toma sus zapatos y se retira. Mañana lo intentará de nuevo.

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Ejercico de Write World




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