La voz del otro lado es un infante en pánico. No puede tener
más de siete años. El operador, Fernando, escucha con atención sus chillidos. Mantiene
la calma: le entrenaron para mantener la calma. Aunque su corazón da mil
revuelcos sobre su sitio la voz se mantiene tranquila, segura y audible. Muchas
de sus llamadas a la una de la mañana comienzan con pánico y terror para luego
llegar a una resolución. Algunas son bromas pesadas o número equivocado. Por
desgracia no puede renunciar a las que suenen sospechosas porque las
posibilidades son infinitas. Es mejor atender el llamado de diez bromas que
ignorar una crisis verdadera (en realidad sólo el 10% de sus llamadas son
emergencias de verdad). Es un trabajo complicado y alguien tiene que hacerlo.
Siempre fue una persona de la noche y hay pocos trabajos que se adaptan a su
horario.
Hay de llamadas a llamadas. En ocasiones anteriores le tocó
atender accidentes automovilísticos, violencia familiar o intentos de
suicidios. No tiene mucho tiempo trabajando pero es sencillo notar cuando una
llamada le va a afectar o no. A veces no duerme en días cuando los gritos de
horror y súplicas con llantos taladran sus oídos por medio de los auriculares y
las pesadillas. De vez en vez se desahoga con una amiga psicóloga.
-Mi hermana está dormida. ¡Sus muñecas sangran! ¡Está
dormida y no despierta! ¿Por qué no despierta?
Es entonces que Fernando completo se sacude. Maldice en su
interior cuando escucha que sus padres no están en casa. Consigue rastrear el
origen de la llamada por medio de software
especializado y sigue dialogando con el niño. Mientras le pide que le revise el
pulso manda una ambulancia y una patrulla de policía a las coordenadas
necesarias por medio de otro software.
Masculla entre dientes a todos los ángeles y dioses que lleguen ya.
-Hazme un favor, ¿sí? Pon tu manita en su nariz y boca y
dime si sientes aire.
Logra articular el operador. Cada palabra le costó una
enorme voluntad y sanidad escupirla con total calma y control. Si el niño lo escucha
alterarse sólo va a empeorar las cosas. El pequeño, de nombre Alan, le responde
que no siente nada. También le hace el comentario de que los labios de su
hermana están azules.
-Toma toallas y enrédalas en sus muñecas. Haz presión.
Puedes hacerlo por mí, ¿verdad?
Pero el niño le comenta otra cosa. Le comenta que ella se ve
tan fría y sola en la tina de baño. Y antes de que Fernando le pueda preguntar
por las toallas Alan suelta el teléfono,
lo deja caer y corre. Eso lo nota el operador porque el ruido de un aparato
telefónico estrellarse contra el piso y los pasos alejarse lo ha escuchado
infinidad de veces. Entonces escucha más ruidos, esta vez del niño regresando y
murmurando. Escucha, muy ligeramente, como salpica algo. Hasta parece que en
realidad fue su imaginación.
-Así no vas a tener frío, hermanita.
¿Has escuchado cuando tiendes tu cama? Algo así parecido
escuchó. Es el aire rasgado por una sábana cuando esta baila antes de aterrizar
sobre el colchón. Especialmente cuando es una sábana o edredón pesado, de esos
de invierno.
Le pide a gritos al teléfono y al cielo que responda. Espera
lo peor: que el niño se ilumine de forma divina y quiera seguir a su hermana,
que haya encontrado la herramienta filosa que fue utilizada y tenga curiosidad
por ver qué es. Durante varios minutos se desgarra la garganta y luego se ahoga
a susurros. Varios de sus compañeros se asoman por encima de los muros cortos,
preocupados. Algunos aguantan la respiración. Otros se concentran en sus
propias llamadas: tienen sus propios problemas.
El cubículo oscuro rodea a Fernando y las luces parpadeantes
de su computadora no lo pueden reconfortar.
Es entonces que el operador escucha pasos mucho más sonoros
y pesados, como de botas, a lo lejos. Son rápidos, muy rápidos pero por algún
motivo se detienen súbitamente. Es entonces que el operador escucha maldiciones
y de cómo toman el teléfono. Nuevamente grita y escucha una voz femenina del
otro lado.
-¿Con quién hablo?
Le dice una voz angelical.
-Fernando, operador del número de emergencias. ¿Qué pasó con
el niño?
La chica voluntaria, Lucía, no responde de inmediato. Suena
un gemido cortado de aire y Fernando se pasa ambas manos por la cara, presa de la
desesperación. ¿El niño habrá seguido a su hermana? ¿A tan temprana edad pudo
comprender lo sucedido?
-Está dormido a lado de la víctima. Envolvió a los dos con
una sábana y está bañado en su sangre. La está abrazando muy fuerte, como si
tuviera frío.
Fernando se parte en mil pedazos. La inocencia de la
criatura lo ha conmovido de una manera increíble. Hay de llamadas a llamadas
pero ésta es muy especial. ¿Cómo se le ocurre a la gente lastimar a los que
están a su alrededor así?
-Lo siento, chico, no pudimos llegar antes.
Y Lucía, sabia a la situación, cuelga.
Fernando llora particularmente fuerte esa noche.
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Azar basado en un thread de 4chan.
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