lunes, 20 de julio de 2015

Ejercicio: Phenomenal



Todo comienza sin sentido. Terribles y espantosos fantasmas se apoderan de su capilla en una espantosa noche para tener una maldición. En estos tiempos modernos, ¿quién cree en espíritus? Muchas cosas tienen explicaciones lógicas como reflejos en las ventanas, alucinaciones, frecuencias de infrasonidos y trucos publicitarios. ¿Cómo va a ser posible que entonces le estén rodeando espíritus furiosos y llenos de rabia? Se encuentra en medio de la ermita, siendo el ojo del huracán, presa de espectros desenfrenados y sin sentido. Físicamente no le están haciendo daño pero pareciera que le succionan su fe y su calor. O eso cree porque es una sensación desconocida, claro. ¡Nunca antes se había encontrado con fantasmas! Escuchó rumores de poca confianza y que algún pobre ladrón había sido espantado. 

Agonizando, con mano temblorosa y labios heladísimos, se aferra a su rosario que cuelga del cuello y murmura el comienzo de una oración que dedica a Él. Y entonces todo cesa. Los fantasmas se congelan en el tiempo y el sacerdote logra recuperar su aliento despacito, muy despacito. Aterrorizado, horrorizado, echa a andar hacia la salida sin liberar la cruz que aprieta con suma fuerza y fe. Se tambalea e incluso tropieza pero la mano derecha no se afloja. Se escabulle entre las bancas y justo cuando cruza el marco de la puerta que empujó desenfrenadamente, se atreve a mirar hacia atrás.

Los espíritus le contemplan con tristeza, preocupados por su descanso eterno. Ya no están suspendidos en la realidad, están acercándose a él con suavidad, arrepentidos. El cura comprende por intervención divina que no se les ha concedido el descanso eterno. La carne es débil y él no cesa de temblar y tiritar los dientes. ¡Es anormal! Esto no debería estar pasando. 

Uno de los espectros, el más delgado y pequeño de todos, se adelanta. Entonces toma forma de una niña con un enorme velo que le cubre la cabeza y llega hasta la cintura. Es el vivo retrato de una de las pequeñitas que vino a misa muchísimas veces. La pobre muchachita enfermó y rezó y rezó pero Él no pudo salvarla. Hay cosas que Él no puede lograr. El rescate de esta menor fue una de esas cosas. 

La capilla entonces comienza a rebotar y rebotar el eco de la voz del sacerdote. Da el saludo inicial y de inmediato pasa al acto penitencial, donde pide humildemente el perdón de Él por todas sus faltas y la de todos sus asistentes. Todos los espíritus, ahora con rostros familiares, agachan la cabeza. Todos llevan velos y hay ancianos, señoras, niños y jovencitas. No reconoce todas las caras pero asume que venían a celebrar misa en esta capilla. A pesar de que es un templo humilde es popular y cuenta con por lo menos tres sacerdotes más. 

Hay bancas largas a la izquierda y a la derecha. El centro está libre y los muebles delimitan un pasillo que dirige al altar. Por su reducido espacio no cuenta con confesionario adentro. Los viacrucis están muy cerca entre sí y es lo único que adornan las despintadas paredes de piedra además de los ventanales con barrotes. Hay una fuente bautismal de mármol, un sagrario sencillo y la puerta principal. Lo más importante es el libro abierto sobre el altar, de donde el cura está tomando toda su inspiración para poder repartirla al resto de los presentes en la misa. Es una capilla sumamente pequeña. 

La escena es muy bonita: espíritus no chocarreros sentados entre los bancos, escuchando palabra por palabra la voz del sacerdote. El velo cubre a todos y cada uno de los espectros tranquilizados y eso los colma de paz y serenidad. Se hace la gloria. Los espectros hablan con suavidad y susurrando en un tono completamente unísono, haciendo que el templo parezca más ruidoso de lo que realmente es. 

Sigue la oración colecta, y la liturgia de la palabra: primera lectura, salmo, segunda lectura, evangelio y homilía. Aquí es cuando se torna complicado. La homilía suele hablarse para evitar que la gente vuelva a caer en el pecado, para pedir el diezmo o para solicitar ayuda a la comunidad con algún tema en particular. Más el cura apuesta a dar una misa normal, como si todos estuvieran vivitos y coleando para volver a venir la próxima semana. Y eso es lo correcto porque los fantasmas se sienten respetados y queridos. Sigue el credo y la oración de los fieles.

Salta a la liturgia de la eucaristía: presentación de ofrendas, prefacio, epíclesis, consagración, aclamación, intercesión, doxología y el Padre Nuestro. Cuando toca la comunión, usa la misma hostia para todos. El pedazo de pan sin levadura no sufre daño alguno y tampoco pareciera que estuviera recibiendo fluidos astrales o de otro plano. 

Al final, los ritos de despedida. Bendición y despedida con envío. Entonces, una a una de las almas condenadas se desliza de su lugar en la banca, llega al pasillo y sale caminando por debajo del marco de la puerta. Cada vez que dan un paso al exterior se elevan unos centímetros y continúan caminando hacia arriba, como subiendo una escalera hacia el cielo. El sacerdote cuenta veinte almas que han encontrado la salvación. Brillan en la negrura de la noche y después de varios minutos se pierden entre las estrellas, las cuales brillan con mayor intensidad que hace una hora. 

Lo único que lamenta es no haber comprobado o desmentido el mito de la puerta hacia el cielo pero al menos ya sabe que le tocará subir unas larguísimas escaleras cuando le llegue su hora.

http://andersartigkeit.deviantart.com/art/Church-Of-Ghosts-530704245


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Ejercicio de Write World. Algo diferente.

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