Sus cabellos se ven afectados por la gravedad. Su mano
derecha es alzada y luego sus dedos juguetean contra sus propios labios. Está
enamorada de la oscuridad misma.
Afuera llueve con dulzura y de vez en cuando un trueno se
asoma para iluminar a los pobres mortales. No hay mucho que ver, en realidad.
Es una capilla en medio de un poblado cementerio con hierbas y flores casi
abrazándose a las lápidas y las cruces. Nadie ha pasado por aquí en años. La
naturaleza clama lo que está debajo de la tumba y las losas. Es fácil
emocionarse y soltar un par de lágrimas que te puedan correr el maquillaje.
Ella, sin embargo, es incapaz de llorar. Existe una
distancia inmensurable con su amor hacia la oscuridad. Bien podría estar muerta
y no habría diferencia alguna. Pero está viva, muy viva. O eso cree. Ronda por
las noches con su largo y bello vestido negro que acaricia el pastizal rebelde.
A veces se pone un vendaje sobre los ojos para jugar consigo misma y adivinar
donde podría pisar de forma errónea. Graciosamente, nunca se equivoca. Se sabe
todas las posibilidades y todos los caminos habidos y por haber. Hasta sabe
cuándo puede estirar el brazo y arrancar una florecilla que volverá a salir en
pocos días.
Su pálida piel es tan reluciente como la luna y su ceñido
vestido la protege del frío clima.
Afuera las gotitas de agua tratan de saludar pero son
ignoradas por más que chocan contra la estructura de piedra. Dentro, una enorme
cruz de madera vigila el interior. Las ventanas son pequeñas y la puerta es
ancha. Es un lugar cálido si sabes hallarle el modo. En una esquina se
encuentra una vela protegida con cristal. Los relámpagos se siguen anunciando,
cada vez con más frecuencia. Pero eso cesará pronto.
Con su enamoramiento aún a flor de piel, imagina cómo la
oscuridad le arrebata el labial rojo que se puso para esta noche. Es su pecado
carnal, le entrega sus pensamientos a su maestro. Se encuentra en la mente de
todos los hombres cegados por la luz. Aquellas lágrimas inexistentes le
proporcionan cualidades de absolución y piedad. ¿Pero de quién provienen
semejantes bendiciones? Quizá a la divina comedia que llaman ángeles.
Un largo suspiro escapa de su ser y el lugar es devorado una
vez más por la oscuridad cuando el último trueno de la noche se despide. El
agua cae con más intensidad, con más dolor.
Firmemente cree en su religión, en la cruz que la vigila y
en la cruz que cuelga de su cuello. De amplia frente, ojos castaños, vivos y
cejas tupidas. Labios pequeños y carnosos, mejillas notorias y un delgado
cuello. Sus orejas y pendientes se ocultan por el cabello despeinado. Una
figura sencilla de diosa y el ya mencionado vestido que la cubre.
Desafortunadamente está perdida y no posee un propósito en
esta vida ni en la que sigue. Ruega y ruega a la eternidad que le conceda una
audiencia con la oscuridad para demostrarse como valerosa candidata a su amor
eterno, porque como es bien sabido, la oscuridad nos ama a todos nosotros. Y
ella se pone celosa por eso. No le agrada como el que la hace sonreír puede
estar regalando simpatía a todos los mortales.
Quisiera poder clavarle sus bellos ojos y obligarle a
rendirse. Pero no le es posible. Cuando cree que va a ganar, la oscuridad se
traslada y debe ser encontrada de nuevo. Es todo un enigma descubierto. Quizá
no debería preocuparse tanto por la oscuridad y debería aceptar, callarse. Hay
cosas que nunca comprenderemos como personas, como seres creativos y como
monstruos de la noche. En ocasiones simplemente no te devuelven la misma
intensidad, el mismo fervor y cariño.
¿Estará condenada a vivir sola y para siempre en esta
capilla, esperando a que su amor verdadero se atreva a realmente rodearle de
brazos? Es posible. Muy posible.
Quizá en realidad venga un demonio, la seduzca y le arrebate
de la oscuridad sólo para que ésta última se lamente en vano y llore cuando es
su propia culpa. Esperemos que algún día se canse, por su propia sanidad
mental, y abandone la capilla. Es un mundo de vidrio, después de todo.
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Esto es un ejercicio. Viene de Writer World.
Dejé estancados otros dos ejercicios. Me siento mal.