La luz solar se cola por la ventana de la escalera que da al
tercer piso. Le pega de lleno en su espalda y cabeza. El edificio es viejo y
está cayéndose a trozos. Es un departamento típico en una ciudad típica con
demonios típicos. Nada fuera de rutina.
El momento más incómodo es cuando le salpica la sangre en su
traje y debe tirarlo. ¿Has tratado de limpiar sangre de demonio de una prenda?
Es imposible. Ni los mejores remedios caseros pueden borrar la mancha.
Agua fría con glicerina y luego vinagre. No sirve.
Sal y ablandador de carnes para aplicar agua fría. No sirve.
Mucha agua fría y saturar con alcohol para lavar en agua
caliente. No sirve.
Cualquier remedio que le recomiendes será inútil. Los ha
probado todos y perdía más tiempo y dinero en tratar de limpiarlo que comprar
uno nuevo. Incluso los productos químicos caros y novedosos con tontos
comerciales no funcionaron.
Entonces todo se vuelve tenso y se ve obligada a arrojar el
cigarro a medio consumir hacia adelante. Murmura palabras demoniacas y mientras
el pitillo gira en el aire hacia adelante las llamas se elevan hacia el techo y
estalla como una bomba molotov casera. Antes de que las flamas le alcancen ya
se echó a correr por la escalera hacia las plantas superiores y sus tacones le
impiden ir a la velocidad óptima así que mientras sigue moviéndose levanta de
más los pies y los zapatos salen volando para ser devorados por una lengua
ajena a esta mortalidad humana. Pareciera que todo el inmueble retumba con cada
paso acelerado que da.
Lo que sucede es sencillo: un demonio que estaba escondido
comenzó a cargar energía de forma disimulada y discreta. Usó una magia muy
poderosa para ocultar todo de los sentidos de la mujer en traje. Ese conjuro
exageradamente fuerte y prohibido le arrancó toda la vida al maligno y le
concedió un último deseo: la oportunidad de vengarse. Pero he ahí la gracia;
oportunidad, no hecho. Cuando se hacen tratos con demonios más fuertes que uno
se debe saber que siempre saldrás perdiendo. Siempre, sin excepción. Por muy
listo que te creas y hayas pensado alguna especie de gambito elaborado que se
va apilando con los gambitos planeados por el demonio mayor, saldrás perdiendo.
No hay vuelta de hoja ni vida. Es imposible ganarle a uno de ellos. Y sin
embargo los demonios más jóvenes siguen creyendo que podrán ser más listos que
los demás.
Las escaleras comienzan a derrumbarse desde la planta más
baja y la fémina sigue ascendiendo cada vez más alto. Saltar por la ventana
sería sencillo (costillas rotas y maquillaje arruinado) pero el conjuro inicial
fue hecho para seguirla y devorar todo a su paso en fuego del infierno. Si
llega a dar con algún inocente toda su carrera de ángel habrá terminado. Ha
cometido demasiados pecados y errores y no se puede dar el lujo de uno más.
Una pena que le arrancaron las alas a modo de castigo.
Sus músculos duelen y sus pechos se elevan y bajan a ritmo
acelerado. Los pulmones tratan de abastecer de oxígeno a su cuerpo para que
siga funcionando pero el aire caliente comienza a molestarle. El fuego del abismo
mismo arde en los cimientos de la construcción.
Por fin llega a la azotea y todo está envuelto en las
horribles tinieblas del averno. La temperatura sube más alto de lo que ella
corrió y respira exhausta. Cada bocanada le regala quemaduras por el interior
de su cuerpo. Se sube la manga del brazo izquierdo, se cubre la boca y su torpe
esfuerzo no le sirve para apaciguar los daños.
El cielo claro contrasta con la obra en llamas. No hay
salvación ya.
Sus pies descalzos le duelen muchísimo y comprende que el
destino ha llegado. Suspira, se abraza a sí misma y se deja caer sobre sus
piernas. Entonces abre sus brazos para aceptar el premio del cielo mientras el
fuego le devora el lujoso traje con la mancha de demonio y luego le engulle la
piel. Le arde el cabello, sus pestañas y cejas. Incluso el corazón está
caliente.
No suelta un solo quejido vocal.
La ciudad permanece impasible ante una vivienda que de forma
mágica y misteriosa se encendió para dejar marca en ella. Cada quien sigue sus
labores del diario vivir: ser consumidos por el sistema económico y moral que
rige las vidas de cada uno de nosotros. Ideales tontos, servicios de mala
calidad, hipocresía por todos lados y una enorme carente de espiritualidad. Hace
trescientos años el mundo no estaría así. El problema fue (en parte) el
acelerado crecimiento de la tecnología y (en parte también) la ignorancia
humana. Cada día más torpes y absorbidos por colores, puntuaciones y redes
sociales que poco dejan de bueno. Son herramientas mal utilizadas.
El tiempo pasa y ella no es más que una antorcha en un
infierno.
Cuando todo por fin termina logra abrir sus ojos. Escucha el
pitido de alguna máquina y rueda sus ojos. Está cubierta de vendas y todo su
cuerpo está muy caliente. Recostada en una cama de hospital adivina. Una sábana
le tapa con sumo cuidado y sus signos vitales están siendo vigilados. Ha
sobrevivido y sólo Dios sabe cómo.
Pasan los días y la soledad la ahoga. Sólo los médicos y
enfermeras le visitan. Le hacen preguntas de cómo logró sobrevivir a eso. Y es
que la encontraron en los cimientos del derrumbado edificio y desparramada
encima de lo que alguna vez fue la azotea. No se explican cómo un cuerpo humano
logró mantenerse en forma con las vigas achicharradas. La policía también la
molesta con preguntas acerca del responsable o cualquier pieza de información
que les pueda ser útil.
Después de dos semanas lo comprende.
Es una prueba cruel para ver cómo se repondrá a esto. Bien
pudo haber recibido la bendición eterna pero todas las manchas en su historial
hicieron dudar a Dios; y Dios nunca duda. Entonces le está dando la segunda
oportunidad (condena) de recibir su merecido. Tendrá que probarse a sí misma y
al resto de la creación de lo que es capaz. Aunque al final sea un objetivo
egoísta: salvarse a sí misma, conlleva muchas tareas altruistas y compasivas. Llevará
a almas a la luz y castigará a los malhechores.
Un mes después ya le crece el cabello. Ahora es rojo. Era
rubio. Su pálida piel se ha bronceado y no quedan marcas de que alguna vez fue
incinerada viva. Los médicos nuevamente la acosan con preguntas e inquietantes
que no podrán resolver en esta vida. Bueno, quizá uno de ellos, que va por mal
camino y los demonios entonces le propondrán tratos para saciar su sed de
conocimiento en el extenso campo de medicina. No es una mala persona pero sus
métodos para descubrir las curaciones a todos los males existentes son poco
éticas. Al final hasta el más santo cae. Sólo queda volver a Dios y pedirle
perdón.
Su cuerpo del que tanto se enorgullece se volvió más
voluptuoso, como agregándole dificultad a la tarea para hacerla más lasciva.
Pero no por nada usa traje. Los trajes ocultan muy bien sus cualidades físicas
y le dan una presentación única. Posiblemente compre sacos más holgados. Lo
único que no se salvó fue su ojo derecho. Y maldice enormemente por eso:
perderá parte de la profundidad en su andar. Tendrá que guiarse por sombras,
perspectivas y tamaños. Eso también le añade un punto ciego para cuando deba
combatir. Su coordinación no será problema después de un arduo entrenamiento.
Al final mandó comprar un traje gris con detalles rosas y se
acomodó el cabello sobre su lado derecho del rostro. Parece un personaje salido
de una película de ciencia ficción: la larga cabellera tiene un apartado por en
medio y del lado izquierdo toda la melena se oculta tras la oreja; del otro
lado no se le ve más que la mitad de la nariz. El cuerpo perfecto y cubierto
por las prendas. Sólo le falta suspirar y abandonar la habitación en la que la
dieron de alta.
Han pasado tres meses y se ha perdido muchos exorcismos y
demonios convictos. Tocan días muy pesados para ponerse al corriente como la
mejor cazadora de los tiempos contemporáneos. Al final contonean las caderas y
sale en busca de su primer trabajo después de la rehabilitación.
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Es más para evitar perder la costumbre que otra cosa. Dos veces por mes es muy poco. La calidad desciende a un ritmo alarmante.