Hear me now

Ni el chocolate me sabe dulce después de besarte.

¿Por qué soy el único de pie? Mientras el monstruo de metal ruge y ruge, callando los ruidos de la calle, una matrona me mira confundida. ¿Tan difícil es comprender que estoy cediendo mi lugar? Tarda un poco en reaccionar y se sienta en donde estaba yo después de darme una sonrisita tímida y una palabra de agradecimiento.

¿Qué ha pasado con la caballerosidad? ¿Qué nos cuesta sostener la puerta un segundo o dos para dejársela más fácil a alguien más? ¿O irse parado el resto del viaje con tal de aminorar la carga de una mujer? ¿O sonreír ante quien te mira? Yo creo que eso más fácil hacer eso que fingir demencia o sueño.

Ya no es como antes donde las galantes palabras adornaban las gruesas voces de los caballeros o de los mosqueteros. ¡Educación, ante todo! Calor, picardia y cortesía. ¿A dónde se nos han ido? Seguro algún hechicero malvado se las robó o algo. Digo, ¿a dónde más pueden ir así por así? Dudo que se las hayan comido porque buen sabor no tienen; no son amargas pero son cosas que no cualquiera degusta. Uno lo hace porque es lo correcto, no porque sea bonito.

Es obvio que no soy el perfecto caballero pero me esfuerzo en algunos casos. Claro, en otros soy un caso perdido pero detalles como los que ya dije, nunca pasan de moda. ¡Pero hay veces que no me lo permiten! Le insisto a las compañeras que me den sus mochilas o cargas y casi todas se niegan. Sólo una, sin que yo se lo diga, pone su paraguas en mi brazo y lo hace con una naturalidad increible.

Claro que tampoco ando con espada en mano y jurando derrotar dragones pero sí con una armadura brillante y una capa.

Y no, la caballerosidad no es para cualquiera.



Qué NO decir en el cuarto.

El internet está observando.